Realidades Históricas y Mentiras Descaradas: el conflicto ruso-ucraniano

Nosotros, ciudadanos mexicanos pero también ciudadanos del mundo, sabemos desde hace ya mucho tiempo que desde hace también ya mucho tiempo el famoso “Cuarto Poder” (prensa, televisión, radio, etc.) dejó de ser un instrumento para la transmisión de información genuina y se transformó en una maquinaria de desinformación sistemática para favorecer, de manera cada vez más obvia y descarada, los intereses no sólo de sus propietarios sino sobre todo los de los grupos sociales a quienes ellos sirven como portavoces. Cabe preguntar: ¿con qué objeto? La respuesta es simple: lo que está en juego es el control cotidiano de las conciencias de millones de personas. Bien, pero ¿por qué estarían interesados los dueños del mundo en tergiversar los hechos, en presentar cuadros de la realidad que, por las mentiras que incorporan, se han vuelto abiertamente grotescos, declaradamente ridículos, patentemente falsos? No importa si se trata de la política nacionalista y popular del presidente de México o de la política ferozmente anti-humana del gobierno norteamericano o de lo que sea. El objetivo es tergiversar los hechos, confundir a la gente y, sobre todo, no proporcionar información genuina porque lo que se busca es perpetuar el actual modo de vida y evitar a cualquier precio reformas serias o profundas de la estructura social. Para ello, se requiere convertir a las masas de personas en manadas de borregos, puesto que mientras más manipulables y más dóciles sean más pasivos serán. Y, naturalmente, para quitarle lo peligroso a la población mundial la pócima óptima es el engaño, la patraña, la mentira, la desinformación. Es muy importante que la gente no entienda la situación en la que vive, sea a nivel local o a nivel internacional, porque si no la comprende o la entiende mal entonces sus acciones serán inefectivas, pues estarán dirigidas hacia objetivos ficticios y entonces sus esfuerzos por modificar la realidad inevitablemente fallarán, una y otra vez. Mentiras no piadosas como las que se le inculca a la gente, en México y en muchos otros países, son por ejemplo que los Estados Unidos son el país de la libertad, que Israel no es un país racista y discriminatorio, que el juego de las elecciones es el único mecanismo para asegurar la justicia y la equidad, que Inglaterra es un país de caballeros, que en Francia no se practica una política de represión brutal, que el INE no intenta dar un golpe de Estado y así indefinidamente. Todas esas son mentiras con las que el ciudadano promedio se topa mañana, tarde y noche en los medios de comunicación, que básicamente son los mismos en todas partes (las mismas agencias de prensa, los mismos reportajes, etc.).

Ahora bien, nosotros, los ciudadanos del mundo poco a poco hemos ido aprendiendo a defendernos de las permanentes agresiones mediáticas y mal que bien hemos ido elaborando lo que podríamos llamar ‘códigos de defensa para lectores y televidentes’, esto es, un sistema de reglas de salud mental que guíen nuestros contactos con los mass-media. Como en tantas otros casos, el asunto es una cuestión de ensayo y error en lo que nos ejercitamos hasta tener normas o reglas ya muy decantadas. Ni mucho menos me propongo en este artículo ofrecer mi decálogo, pero si quisiera ejemplificar rápidamente lo que digo. Por ejemplo, cuando uno lee lo que sin duda es el periódico más mentiroso del mundo, entre otras razones por ser el que marca la pauta, esto es, el New York Times, o a nivel local, El Universal (un bodrio cada vez más repulsivo, en el que muy probablemente lo más interesante sea la sección de crímenes y ni siquiera para eso es un periódico con el  cual pueda uno sentirse satisfecho), a la primera regla que se tiene que apelar es: cree exactamente lo contrario de lo que se afirma y promueve en este instrumento de difusión de visiones torcidas. Una regla que vale para la televisión es, obviamente: no des crédito a esas imágenes. Las más de las veces son de otros lugares y fueron filmadas en otros tiempos. Reglas como esas hay muchas, aunque no nos pondremos ahora a enumerarlas, pero sí conjuro al lector para que haga el experimento de intentar aplicarlas y verá qué sensación tan placentera de liberación tendrá posteriormente. La idea es: si veo el mundo al revés de cómo se me está constriñendo a que lo haga, siento que entiendo mejor la realidad! En conexión con esto, sin duda alguna una regla importante es, Hay que buscar en internet fuentes de información alternativas, sobre todo si uno quiere ser ciudadano del mundo (como se tiene que ser en nuestros días). Pasa con los buitres de los periódicos y los “especialistas” de la demagogia televisiva algo parecido con lo que pasa con los así llamados ‘mentirólogos’ (o sea, los meteorólogos): si éstos anuncian que al día siguiente va a llover a cántaros, a menos de que ello sea obvio para cualquiera lo que hay que hacer es prepararse para una fuerte ola de calor. La diferencia entre los “mentirólogos” y los mentirosos de la vida política nacional e internacional es que los primeros por lo menos actúan de buena fe, tratando de ser científicos en un ámbito en el que las predicciones son esencialmente inseguras, en tanto que los canallas de la prensa y la televisión no son otra cosa que calumniadores profesionales, repulsivos embusteros a sueldo y que de buena fe no tienen absolutamente nada. Esto hace pensar en una regla todavía más radical, a saber, hay simplemente que dejar de leerlos y oírlos, porque no tiene caso leer a gente que de entrada sabemos que miente, filibusterillos de la laptop que nunca le darán a los lectores o a los televidentes información genuina, y lo único que sacaremos al consumir su fraudulenta mercancía será que nos estafen y que nos hagan perder el tiempo.

Lo anterior vale de manera espectacularmente precisa para el caso de la “intervención rusa” en Ucrania. Hasta donde he logrado darme cuenta, prácticamente en ningún “artículo”, en ningún reportaje de noticieros, en ninguna entrevista con dizque “especialistas” (con las notables excepciones de siempre, desde luego) se le da al ciudadano mexicano (y lo mismo pasa, obviamente, en los Estados Unidos, en Inglaterra, en Francia, etc., con los ciudadanos de esos países) información genuina sobre lo que está pasando en Europa Oriental. Con ánimo de hacer algo útil, por lo tanto, trataré de esbozar a grandes brochazos un cuadro un poquito menos ridículo que el que nos pintan la prensa y la televisión mexicanas, las cuales deben contarse (estoy persuadido de ello) entre las peores del mundo.

Empecemos entonces por recordar que, estrictamente hablando, Ucrania nunca fue un país independiente. Ucrania siempre formó parte del imperio zarista, es decir, era parte de Rusia. Los pueblos ruso y ucraniano están claramente emparentados. Pretender presentarlos como pueblos radicalmente distintos es como intentar desligar a gallegos de lusitanos o a corsos y genoveses. La semejanza de sus lenguajes es la mejor demostración de su consanguinidad. De hecho son tan parecidos que yo, que no conozco más que un poquito de ruso, entiendo no pocas cosas que dicen los ucranianos (sobre todo si son tan elocuentes como el actual “presidente” de Ucrania, quien en una de sus lamentables alocuciones dirigidas al pueblo ucraniano, un pueblo al que hizo entrar en guerra con un pueblo hermano, impulsado evidentemente por motivaciones tenebrosas e inconfesables, dijo: “el gobierno, aquí, los ministros, aquí, el presidente, aquí!”. Claro que con esos niveles de complejidad semántica no tiene mayor mérito entender lo que dijo, sobre todo cuando se esperaba de él algo más que onomatopeyas!). Ucrania por primera vez vio oficialmente la luz cuando finalizó la Primera Guerra Mundial, aunque formando parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Fueron los comunistas rusos quienes le concedieron a Ucrania el status de “república” y fue así como formó parte de la URSS. Pero peor aún: cuando el ingenuo Gorbachov se decidió a acabar con la Unión Soviética, a través de sus famosas “glasnost” y “perestroika”, y cuando Yeltsin, el alcohólico, prácticamente remató su país, Ucrania por primera vez en su historia alcanzó la autonomía política. En la euforia de la transformación, los líderes soviéticos entraron en negociaciones torpes y fueron vilmente engañados por los especialistas en corrupción, esto es, los políticos occidentales. Con el desplome de la Unión Soviética, el bloque hasta entonces conformado por los países socialistas se desmoronó y se entró en una fase diferente de negociaciones e intercambios. Ahora bien, una de las condiciones que los líderes soviéticos impusieron, si bien cometieron el grave error de imponerla únicamente de manera verbal, fue el compromiso de que la OTAN no crecería hacia el Este, es decir, no incorporaría a sus filas a los antiguos países miembros del Pacto de Varsovia. O sea, lo único que los rusos exigían eran condiciones que garantizaran su seguridad como nación, esto es, su seguridad física. Verbalmente, los negociadores norteamericanos y europeos consintieron en todo, pero como los hechos lo demuestran ahora, simplemente mintieron, no cumplieron. La prueba es que en la actualidad la OTAN cuenta con 30 miembros y forman parte de dicha organización militar no sólo los países miembros del Pacto de Varsovia, sino hasta algunas ex-repúblicas soviéticas, como las bálticas (Estonia, Letonia y Lituania). Así que todos de pronto nos venimos a dar cuenta de que en alrededor de 20 años la Federación Rusa quedó cercada por una organización que, estrictamente hablando, no tiene razón de ser, puesto que su enemigo jurado, esto es, el sistema del socialismo real, dejó de existir. Ya no hay comunistas que liquidar. Entonces ¿por qué sigue en pie la Organización del Tratado del Atlántico del Norte, que ahora abarca mucho más que eso? La respuesta es obvia: la lucha contra la Unión Soviética estaba pintarrajeada de ideología y era presentada como un combate entre el libre mercado y la economía planificada centralmente, entre países democráticos (en México, creo, sabemos lo que eso significa) y dictaduras unipartidistas, etc. En la medida en que el capitalismo desarrollaba mejor las fuerzas productivas que el socialismo de aquellos tiempos es comprensible que terminara por imponerse, pero obviamente ya no es ese el problema. Entonces ¿qué persiguen los Estados Unidos, usando su juguete político preferido, esto es, la OTAN? El objetivo es obvio: de lo que se trata es de tener a Rusia cercada colocando fuertes cantidades de armamento convencional en sus fronteras (por si se diera la oportunidad de una invasión), pero también de armas atómicas, con las cuales se podría alcanzar Moscú o cualquier otra ciudad de Rusia en 4 minutos, sin dar lugar a defenderse. La pregunta que todos nos hacemos: ¿por qué tendría Rusia, que es una hiperpotencia, que permitir que se le rodee con armas de última generación a lo largo de sus fronteras? y, sobre todo: ¿sobre qué bases se podría negarle a Rusia el derecho de defenderse ante las agresiones de los occidentales?

Regresemos a Ucrania. Los problemas serios se agudizaron cuando hizo su entrada en escena una de las figuras más siniestras de la política norteamericana, a saber, Victoria Nuland. Éste personaje, esposa del “think tank” ultra-sionista, como ella, viz., Robert Kagan, forma parte del grupo que realmente liderea la política exterior norteamericana y este grupo está particularmente interesado en destruir el gobierno de Vladimir Putin. Hay varias razones políticas y militares para ello, pero también hay motivaciones ocultas. Putin se ganó el odio eterno de los verdaderos “policy makers” de los Estados Unidos cuando desbarató a la pandilla de oligarcas que se habían apoderado de todo lo que había sido propiedad estatal en la Unión Soviética: las compañías de trenes, de aviones, el petróleo, las minas, las tiendas, las industrias del acero, del carbón, las cadenas de televisión, la prensa, etc. Al enviar a M. Khodorkovsky a la cárcel y recuperar para Rusia mucho de lo robado (porque, para ilustrar: es un robo si se pagan, digamos, 10 millones de pesos por Telmex o por Pemex o por alguna empresa de esas magnitudes, que era lo que abundaba en la Unión Soviética), Putin frustró para siempre una intriga de nivel internacional y de trascendencia histórica. Consecuentemente, la política contra Rusia se intensificó y Ucrania era el lugar perfecto para el desquite. Así, en 2014 se produjo, siendo  Nuland la  Sub-Secretaria de Estado para Asuntos Políticos, un vulgar golpe de Estado y el presidente Victor Yanukovich tuvo que salir de Ucrania. La Sra. Nuland participó alegremente en la verbena que ella organizó y salió a la calle en Kiev a repartir dulces y paletas a la gente para felicitarla por el “apoyo popular”. Para pacificar al país el gobierno ucraniano firmó en Minsk una serie de acuerdos con Rusia, Francia y Alemania y se comprometió, entre otras cosas, a no hostigar a las poblaciones rusas que desde siempre han habitado en el sur de Ucrania. Odessa, por ejemplo, siempre fue un puerto ruso, como nos lo recuerda una de las 10 mejores películas de todos los tiempos, El Acorazado Potemkin, y Crimea, si la historia y Tolstoy no nos fallan, es tan rusa como es mexicana la Península de Yucatán. Como era de esperarse, los ucranianos no cumplieron y siguieron hostigando a las poblaciones rusas instaladas en el sur de Ucrania, pero Rusia logró contener a los ucranianos dentro de límites manejables. Sin embargo, por diversas razones pero siempre con los Estados Unidos tras bambalinas se promovió un nuevo cambio en el gobierno de Ucrania y se puso como presidente a lo que podríamos llamar el ‘Brozo ucraniano’, esto es, V. Zelenski. Hay que decir que el Brozo ucraniano está un poquito más preparado que el Brozo local, pero por lo pronto podemos ver hasta dónde puede llevar a un país un payacete irresponsable cuando se le pone al mando. Con Zelenski, como era de esperarse, el odio a Rusia se entronizó, definitivamente no se respetaron los acuerdos de Minsk y decididamente se procedió a preparar el terreno para la incorporación de Ucrania a la OTAN. En esas condiciones ¿qué era lo que Rusia tenía que hacer?

A título de anécdota quizá no esté de más traer a la memoria el bochornoso episodio del que formó parte el hijo del actual presidente de los Estados Unidos, J. Biden, esto es, Hunter Biden, un individuo que al parecer es proclive a cometer errores  garrafales, siendo uno de sus últimas gracias haber extraviado una laptop con multitud de datos de Estado altamente confidenciales. Ese, sin embargo, es su problema. Biden formó parte de la mesa directiva de una compañía ucraniana, Burisma, que comercializaba gas natural. Aparte de que, como en tantos otros países, los directivos se sirvieron con la cuchara grande, algunos de ellos fueron acusados de lavado de dinero en grandes cantidades, en detrimento claro está de la compañía y del erario ucraniano. Fue ni más ni menos que Donald Trump quien le pidió a Zelenski que denunciara al hijo de Biden, pero el ucraniano se negó a hacerlo. Esto nos da una idea de su perfil moral y político.

Con Zelensky, como dije, llegó al poder en Ucrania no sólo el odio a Rusia y la voluntad de integrarse a la OTAN, sino también el proyecto de dotar al país de armas nucleares, además de la decisión de seguir hostigando a las poblaciones rusas en la región del Donbas. Con eso se llegó al límite de lo que Rusia podía soportar. Los occidentales, como siempre puesto que son grandes expertos en ello, hicieron muy bien su tarea de azuzar poblaciones, impedir acuerdos, etc., además de prometer el oro y el moro, empezando por armar a Ucrania hasta los dientes (lo cual, obviamente, para dicho país significará deudas pesadísimas que tarde o temprano tendrá que pagar). Usando a Ucrania como pretexto, se intentó ahora volver a practicar la política que el Reino Unido y Francia practicaron con la Alemania de antes de la Segunda Guerra Mundial: la asfixia monetaria, la expulsión del sistema de divisas y pagos, el cerco comercial, la amenaza de represalias militares, etc. El problema es que Rusia no es un país al que se pueda  amedrentar de esa manera. Era impensable que Rusia abandonara a su población instalada desde siempre en el sur de Ucrania. Dadas las circunstancias, el presidente Putin optó por reconocer la existencia política, jurídica, etc., de las nuevas repúblicas de Donetsk  y de Luhansk y evitó así una masacre de rusos, que era lo que el gobierno de Zelenski estaba ya abiertamente planeando con la idea, obviamente, de recuperar Crimea por la fuerza. La verdad es que sería más fácil que México recuperara California, pero esa es harina de otro costal.

Sin duda para el presidente Putin la decisión de entrar en Ucrania no fue fácil, pero es evidente que no tenía alternativas. Contrariamente a Zelenski, Putin siempre estuvo consciente de que la guerra con Ucrania sería una guerra fratricida y esto explica por qué lo que nos cuentan los propagandistas televiseros y los dizque periodistas respecto a cómo se está llevando la guerra es una falsificación total. Como bien lo dijo Stalin, la guerra es la guerra y en una guerra siempre habrá, como dicen, “daños colaterales”, pero es claro que si Rusia hubiera querido habría podido bombardear Ucrania de arriba abajo, sólo que el gobierno ruso no concibió esta guerra como una guerra en contra el pueblo ucraniano. Sin duda bajas indeseadas habrán, como cuando una ojiva cae en un edificio y lo destruye, pero los objetivos rusos al día de hoy han sido muy muy claros: son objetivos militares básicamente. Después vendrán las exigencias políticas. Después de todo, no es posible que el mundo se movilice para dejar las cosas como estaban antes de la movilización. Cambios profundos en Ucrania tendrá que haber. La planta central de Chernobil, por ejemplo, no era de Ucrania sino de la URSS en territorio ucraniano, por lo que recuperarla para Rusia era algo así como un mandato, sobre todo dado el contexto. Nosotros, ciudadanos del mundo que nos hemos enterado de los bombardeos yankis en Corea, Vietnam, Irak, Afganistán, Siria, Yugoeslavia, etc., etc., podemos constatar que no hay punto de comparación entre un ataque ruso en Ucrania y un bombardeo norteamericano en, digamos, Laos. Por lo menos hasta donde sabemos, el ejército ruso no ha usado napalm ni bombas de fragmentación ni ha instaurado la tortura política ni campos clandestinos de prisioneros, etc., etc. Pero entonces ¿por qué toda esta desgarradura de vestiduras cuando hemos sido testigos de sucesos mucho más trágicos, dolorosos, terribles, acerca de los cuales no se dice ni una palabra? En realidad, el fenómeno es claro y comprensible: el proceso permanente de tergiversación de los hechos tiene que venir acompañado de la mayor de las hipocresías. Son dos cara de una misma moneda.

La verdad es que la Federación Rusa, en algún sentido, cayó en la trampa occidental, pero los gobiernos de la OTAN deberían haber anticipado que los resultados no serán los que los occidentales quieren. Las provocaciones anti-rusas fueron tantas y tan bien orquestadas que finalmente no quedó otra opción que recurrir a la fuerza, pero al responder se frustraron los proyectos malditos de geoestrategia de gente como Nuland y los de traidores a su pueblo como Zelenski, a quien no le importó llevar a los ucranianos a la destrucción y a la miseria con tal de alcanzar sus oscuros objetivos políticos. La reacción occidental, liderada por la camarilla política que reina en los Estados Unidos y cuyos intereses son cada día palpablemente menos representativos de los intereses del pueblo norteamericano, sin duda tendrá efectos terribles para Rusia, para su economía, su comercio, sus intercambios culturales, etc., pero hay un problema: se trata de medidas que tendrán repercusiones y efectos negativos también en ellos, por la simple razón de que Rusia no es un Estado menor. Si Rusia recogió el guante es porque los Estados Unidos ya no mandan como mandaban cuando se inventaron la guerra de Corea. Así como ellos obligaron a los soviéticos a quitar sus bases militares de Cuba, en 1962, porque podían hacerlo, ahora no pueden detener a una Rusia recuperada, fuerte, aliada de la República Popular de China y motivada por su instinto de conservación. Las amenazas occidentales pueden hacer mella en países como México, en donde si se pretende limpiar un poco nuestros establos de Augías que es la política mexicana todavía pueden imponer su arbitrariedades, intervenir en nuestra vida política y satisfacer sus caprichos económicos. Pero es claro que con Rusia eso ya no es factible y los hechos no se alterarán por más que todos los días viertan sobre nosotros toneladas de mentiras y kilómetros de imágenes asignificativas.

6 comments

  1. David Rodriguez says:

    Gracias por compartir sus ideas Dr. Tomasini, dejo aquí algunos enlaces que podrían ayudar al lector a zafarse gradualmente del asedio constante del “mass media”:

    https://www.voltairenet.org/?lang=es
    https://vocesdelperiodista.mx/seccion/opinion/opinion-sanchezmena/
    https://www.youtube.com/c/TOPDEIMPACTO – (recientemente censurado)
    https://www.youtube.com/watch?v=CvYgrvQhpq0 – (Adrian Salbuchi sigue resistiendo)

    Cuentas de Twitter
    @CarmenAColeman
    @EstulinDaniel
    @RealPepeEscobar
    @zerohedge
    @exosapiens
    @rubengluengas

  2. Alejandro Leon says:

    Un texto muy necesario en el marco de la abominable ceguera informativa y las ‘opiniones’ acríticas que polulan ahora mismo sobre tan grave asunto en todos los medios masivos de des-información.

  3. Cristian Cruz says:

    Es un deleite, como siempre, leer lo que tiene que decir sobre un tema tan delicado, estimado Dr. Tomasini.
    Pero aun mas importante es el ejercicio de esclarecimiento que usted invoca con sus palabras. Un ejercicio necesario para romper la inercia que la propaganda occidental proyanki no escatima en crear en pos de sus mezquinos intereses imperialistas. Es por eso que debo agradecerle el tiempo que usted toma para darnos susenseñanzas. Espero realmente que esta entrada sea sucedida por una nueva en tiempo breve. Saludos afectusoso.

  4. Arydai Prado says:

    Cómo siempre, magistral. Un texto claro u contundente que nos permite comprender la realidad de hechos y actos que deliberadamente omiten informar en occidente. Una muestra más del poder de los medios y de que la propaganda bélica oculta verdades incómodas para “el salvador” del planeta (USA), a cambio de mentiras y manipulación a su favor.

    Lamentable que el presidente de Ucrania sea un títere de occidente.

    No pude evitar recordar el libro de David Irving “Pruebas contra el Holocausto”, el cual narra las mentiras contadas durante y después de la Segunda Guerra Mundial.

    Parece que aún no hemos aprendido nada.

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