Sin duda uno de los vicios más alegremente practicados en México consiste en “discutir” con un rival previamente vituperado y descalificado. El procedimiento es muy simple: cada vez que el adversario u opositor elegido hace una declaración, a ésta de inmediato se le distorsiona, se le tergiversa de manera que queda, por así decirlo, desfigurada y entonces se le pone a disposición de la opinión pública. Obviamente, no es nunca la afirmación original lo que se discute, sino una nueva versión de ella que en realidad no es otra cosa que un travesti lingüístico. De esta manera, el punto de vista real del adversario queda desvirtuado ab initio sin haber nunca realmente polemizado con él. Esta forma de actuar tiene (sería inútil negarlo) obvias ventajas prácticas, pero tiene también algunas desventajas intelectuales y, desde luego, morales. Las primeras se reducen en última instancia a la devaluación de una persona que ni mucho menos es imposible que en el fondo sea, desde diversos puntos de vista, muy superior a sus detractores. Por otra parte, la desventaja más notoria del recurso a esta “estrategia” es que muy fácilmente convierte a sus practicantes en discapacitados verbales, esto es, en gente incapaz de entrar en un intercambio genuino de ideas y en seres que quedan satisfechos con sus pseudo-polémicas con (así llamados) ‘hombres de paja’. Y a menos de que yo esté seriamente equivocado, esto es lo que parece haber sucedido en el caso de esa odiosa caterva de “analistas” y “comentaristas” que le dedican su tiempo y sus liliputenses esfuerzos mentales a denigrar, denostar, desprestigiar y calumniar al Lic. Andrés Manuel López Obrador. Realmente, la práctica mencionada de tergiversación sistemática de lo que el adversario sostiene ya se volvió algo así como el deporte nacional en el terreno de la charla politiquera cotidiana, sobre todo si es el Lic. López Obrador el interfecto. Para que vea que no exagero, invito al lector a que de manera espontánea haga un recorrido por periódicos y noticieros y cuente la cantidad de ilustres redactores de artículos (de algunos de los cuales nos gustaría mucho que se hiciera público el dato de para quién trabajan. Más de una persona se iría para atrás si se enterara de alguno que otro secreto editorial de más de uno de estos “especialistas”) dedicados cotidianamente a ensuciar la imagen de un hombre que, lo admitan o no, al día de hoy la mantiene inmaculada. No estará de más observar, en passant, que como todo en la vida prácticas nocivas como la mencionada le sirve en ocasiones a quien tiene objetivos aviesos e inconfesables para alcanzar sus fines pero, insospechadamente, tienen también consecuencias negativas para sus adeptos. Uno de esos resultados contraproducentes para los buitres periodísticos a los que aludimos es que ellos, más que cualquier otra persona o factor, han hecho de Andrés Manuel López Obrador el político más conocido en todo México! Sin tener que gastar los cientos de millones de pesos que tienen que dispendiar los portavoces de sus respectivos partidos, el Lic. López Obrador se ha beneficiado doblemente de la política que podríamos llamar de ‘difamación permanente’: por una parte, las intenciones son tan burdas y los argumentos tan mediocres que en realidad resultan infectivos y, por la otra, le hacen a diario una publicidad gratis fantástica: no hay campesino de Coahuila o empleado de Mérida que no sepa quién es Andrés Manuel López Obrador y no porque ellos hayan ido a buscar información al respecto, sino porque los ataques en cuestión son parte de la política nacional de la cual a final de cuentas nadie se sustrae. Ahora bien, como las elecciones, en un país como el nuestro con una población como la nuestra, en alguna medida dependen simplemente de que se sepa cómo se llaman los candidatos, resulta entonces que quienes mejor y más consistentemente han trabajado para el Lic. López Obrador son … sus peores enemigos! La única moraleja que se me antoja extraer de esta situación es simplemente que al mentiroso sus mentiras terminan por hundirlo. Aquí la única duda es si los mentirosos profesionales de la prensa, el radio y la televisión están siquiera capacitados para entender por qué su situación es desesperada. Digámoslo nosotros: porque si no critican al Lic. López Obrador le dejan el camino libre, pero si lo critican le hacen su campaña, trabajan para él. Mi conclusión, que desde luego nada más para mí extraigo, es que es mejor tener causas nobles y poder actuar honrada pero libremente que a la inversa. Esto lo digo con cierto pesimismo porque, con toda franqueza, no creo que los aludidos lo entiendan.
Lo anterior viene a colación, en parte al menos, por la inesperada declaración del Lic. López Obrador, un pronunciamiento que a más de uno le habrá puesto (y no sin razón) los cabellos de punta, concerniente al narcotráfico. Concretamente, me refiero a su propuesta de ofrecer una amnistía a la gente metida en el negocio del narcotráfico de manera que se pueda llegar a algún arreglo importante a nivel nacional con los grandes capos mexicanos. Bien vistas las cosas, la propuesta llama la atención por lo modesto de su alcance. Ojalá se pudiera llegar a un arreglo con los grandes jefes del narcotráfico de los países en donde realmente se consume la droga y se lava el dinero que de ella se obtiene, pero como no es ese nuestro problema no queda más que tratar de arreglar algo a nivel local. En todo caso, lo primero que habría que preguntar sería: ¿de qué clase de arreglo estamos hablando? Yo creo que responder a esta pregunta implicaría entrar en multitud de detalles, pero es obvio que no tiene mayor sentido entrar aquí y ahora en discusiones puntuales. Para nosotros en cambio lo más interesante sería preguntar: ¿ya se pensó, siquiera un momento, en lo que implica o significa una negociación así? Porque si no se tiene ni idea de qué es lo que se requiere y lo que se tiene en mente para poder hacer un planteamiento de esta índole, entonces ¿sobre qué bases y con qué derecho se critica y descarta la propuesta en cuestión? A mí me parece que habría que empezar por examinar ese aspecto del asunto.
Yo creo que a toda persona mínimamente sensata y razonable le queda claro que el primer gran objetivo que se pretendería alcanzar con una propuesta como la del Lic. López Obrador es (obviamente) detener la violencia y la masacre cotidianas que asolan a este país. Violencia y masacres implican miedo, abandono de negocios, de tierras, de propiedades, de familias. No se puede vivir en medio de la violencia, sobre todo cuando ésta es tan brutal y tan palpable. La propuesta del Lic. López Obrador está, por lo tanto, inspirada en el deseo de ofrecerle un respiro a la población, un respiro que en la actualidad las fuerzas del orden sencillamente no le dan y no le pueden dar. No sé quién podría negar que la instauración de una verdadera paz en el territorio nacional es algo que los partidarios de la política actual sencillamente no han logrado implementar. Más bien, habría que decir lo contrario: fueron ellos quienes promovieron y exacerbaron la violencia que azota al pueblo de México. Por angas o por mangas, lo cierto es que en la actualidad la situación del país empieza a ser francamente insostenible y es evidente que se trata de una situación que no puede eternizarse. Es claro que esta situación general del país va a evolucionar, pero si lo hace será para empeorar, es decir, irá madurando hasta pasar a la siguiente fase de su desarrollo y ésta, lógicamente, será todo lo que se quiera menos una etapa de paz, de tranquilidad y de progreso. Por lo tanto, el objetivo de calmar al país tiene que ser uno de los objetivos supremos de toda política nacional sensata y, naturalmente, habrá un costo que pagar por ello. En mi opinión, ningún mexicano en sus cabales podría estar en contra de dicho objetivo, pero si dicho objetivo es realmente tan valioso y uno de los medios para alcanzarlo es la negociación (no la rendición o la capitulación) con el alto mando de la delincuencia nacional: ¿por qué entonces no entablar una negociación seria con ellos? El punto es: si no se tiene, y se ha demostrado que no se tiene, una política efectiva para contrarrestar la violencia imperante: ¿qué se hace entonces? Es obligación de los gobiernos responder a preguntas como esa. Si meter a los delincuentes a la cárcel lleva a la mortífera situación que se vive hoy en día: ¿no es siquiera permisible imaginar una línea de acción gubernamental diferente? Pudiera ser que la propuesta del Lic. López Obrador a final de cuentas resultara fallida o fuera inoperante, pero si no queda refutada teóricamente, entonces ¿por qué se le condena de antemano y por qué se cierran las puertas a un potencial mecanismo de resolución de un muy grave problema nacional?¿Por qué México tiene que vivir en medio de las balaceras, las matazones y las vendettas?¿Para darle gusto a quién?
Supongamos, en aras de la deliberación, que la propuesta del Lic. López Obrador es escuchada y resulta viable. Con todo y ello, desde mi perspectiva el tema de la negociación con los jerarcas del narcotráfico no seguiría representando más que la punta del iceberg. Lo realmente sugerente es lo que la propuesta en cuestión entraña y que de manera natural acarrearía. Detener la violencia física de la que son víctimas fatales cientos de personas al día es el objetivo inmediato por su carácter de urgente, pero se podría sostener que lo que realmente cuenta e importa es lo que está, por así decirlo, detrás de la negociación de la que habla el Lic. López Obrador, esto es, de lo que tendría que venir concomitantemente para que dicha negociación fuera realista. ¿Qué es eso que de alguna manera está metido en la propuesta de López Obrador, pero que ni siquiera se menciona?
La génesis y la expansión del narcotráfico en México son fenómenos sumamente complejos y de los cuales yo ni intentaría siquiera dar cuenta en unas cuantas páginas. La explicación la encontramos en toda una serie de fuentes, alicientes, catalizadores, reacciones, etc., y que abarcan tanto motivaciones personales como todo un mosaico de causas sociales. Sin duda alguna hay jóvenes de entrada proclives a las tropelías y los desmanes y que con gusto se unen a las bandas y a las pandillas, pero de seguro que también hay muchos otros, probablemente la inmensa mayoría, que se ven arrastrados al mundo del narcotráfico y más en general de la criminalidad porque sencillamente no tienen genuinas opciones de vida alternativas. En casos así, que es el de lo que habría que denominar la ‘carne de cañón del narcotráfico’, slogans como “el individuo siempre puede optar” y frasecitas de café como esas no sirven para absolutamente nada. Hay muchas personas que aunque hubieran querido tomar otros rumbos en la vida de facto no tenían opciones. De ahí que no se contribuye en nada a la discusión con vacuidades como la mencionada. Independientemente de ello, yo creo que podríamos fácilmente llegar a un acuerdo generalizado respecto a la afirmación de que la causa social fundamental de que tantas vidas se pierdan en los pantanos del hampa son la miseria y la falta de oportunidades de trabajo y de desarrollo. Y aquí es donde empiezan las cosas a ponerse interesantes, porque la miseria es a su vez el efecto directo de un sistema de distribución de la riqueza terriblemente inequitativo e injusto. Eso significa que, además de otras clases de causas, la delincuencia y en particular el narcotráfico tienen un origen social. Éste ciertamente no es el único factor, pero cuenta y en verdad cuenta mucho (¿suena familiar?). Y esta idea está implícitamente vinculada con la a primera vista estrafalaria propuesta del Lic. López Obrador. Yo creo que los estrafalarios (por llamarlos de algún modo) son más bien sus críticos.
Si lo que hemos dicho es acertado, se sigue que hablar de amnistías en relación con la gente que estuvo en el mundo del narcotráfico es estar haciendo una propuesta de cambio político radical. De hecho, una vez desarrolladas sus implicaciones a lo que en última instancia equivale una propuesta como la de López Obrador, que tanto ha indignado a los bien pensantes especialistas, es a una re-distribución de la riqueza. En otras palabras, si no me equivoco lo que el Lic. López Obrador está sosteniendo, y yo concuerdo plenamente con él, es que el eje de la lucha en contra de la peste del narcotráfico no puede ser la aplicación a ciegas del código penal, sino que consiste más bien en crear fuentes de trabajo, generar oportunidades para la población en su conjunto, así como la posibilidad de reinserción en el vida social sobre bases nuevas y aceptables para entonces estar en posición de llevar una existencia digna. Y es justamente ahora que se nos plantea el problema más difícil de resolver: ¿cómo se construyen bases así?
Es evidente que la propuesta de López Obrador es una propuesta política y por lo tanto está relacionada con los mecanismos de la producción de la vida, siendo la maquinaria económica con mucho la determinante. Es de lo que pase o no pase en el sector de la producción de la vida material que dependen los cambios en otros sectores, como el educativo o el de salud. Lo que por lo tanto a través de una propuesta de diálogo se está diciendo es entonces que la lucha efectiva contra el narcotráfico inevitablemente exige un cambio radical, ante todo o en primer lugar, en las políticas fiscal y laboral. Es obvio que no es con un risible aumento de 8 pesos al día como se va a transformar la sociedad y modificar las condiciones de vida. En lo que el Lic. López Obrador está insistiendo, por lo tanto, es precisamente en que parte de la solución del inmenso problema del narcotráfico depende directamente de la transformación social. Si no hay cambios profundos, la lucha contra el narcotráfico está perdida, porque en el fondo ya dejó de ser una lucha contra una o dos bandas de maleantes para convertirse en una lucha contra una sociedad desprotegida y resentida y cuyo descontento se expresa engrosando los ejércitos de la delincuencia.
Si con lo que estamos afirmando nos movemos en la dirección correcta, entonces queda claro que la propuesta del Lic. López Obrador es en el fondo una propuesta de un nuevo pacto social. Lo importante de esta propuesta es que no arranca, por así decirlo, con palabras y demagogia, es decir, no se limita a dejarnos contentos con, por ejemplo, la promulgación de leyes olvidándose al mismo tiempo de sus condiciones de aplicación. Proceder de esa manera sería hacer algo tan absurdo como lo que se hizo en la Ciudad de México, cuando el gobernador M. A. Mancera todavía soñaba con que sería el representante del “Frente” y que éste lo llevaría directamente a la silla presidencial. La verdad es que no sabría decir qué calificativo es más apropiado para su actuación, si ‘grotesca’ o ‘ridícula’, pero en todo caso debe quedar claro que la propuesta del Lic. López Obrador no es de esa clase. Él propone empezar por la parte pesada del cambio y dejar para después su conceptualización jurídica. La propuesta del Lic. López Obrador es la de un nuevo pacto social real, porque todos sabemos que la promulgación de leyes no es más que la expresión jurídica de un estado de cosas subyacente y por lo tanto es esto último lo que importa. Las leyes, evidentemente, sancionan y refuerzan un determinado status quo, pero si no están fundadas en realidades sociales no pasan de ser mera palabrería, que es en lo que desembocó la deplorable y desmedida ambición de Mancera en relación con la constitución de la Ciudad de México. Lo que importa es, por consiguiente, la transformación social, la cual se logra sólo con decisiones y acciones políticas concretas o determinadas en los ámbitos relevantes.
A mí me parece que todos los días nuestra realidad social nos hace guiños para que la comprendamos y actuemos en consecuencia. Son señales de alarma que recibimos todos los días, de las más variadas formas. El deterioro de nuestra vida colectiva es palpable: nuestros autos se arruinan con calles como las que tenemos en la Ciudad de México, una ciudad plagada de peligros, contaminación, basura. No tiene caso engañarse con propuestas de solución que por insinceras y parciales resultan ser fantasiosas y desde luego inefectivas. Lo más difícil es aprender a cambiar de óptica, a pensar de un modo diferente. Es menester entender que los modelos estándar de “delincuencia-persecución del delito-condena”, etc., ya no operan en las condiciones en las que está el país. Hay que elaborar nuevas políticas, políticas que hasta hace unos lustros eran inimaginables e inaceptables. Pero la situación de México cambió y la persistencia en la aplicación de políticas fracasadas lo está llevando al desastre total. Por eso la propuesta del Lic. López Obrador es digna de ser ponderada y discutida. No digo que haya que aceptarla a ojos cerrados, ni es así como él la echó a andar. Pero tampoco se vale descartarla sólo porque viene de él. Si se hace ver que en efecto su propuesta no es la más conveniente se le descarta y se acabó, pero lo que no se tiene derecho a hacer es a descartarla sin haberla debidamente sopesado. Y más despreciable aún es pretender usarla para descreditarlo a él, como persona y como candidato, aunque estamos conscientes de que va a ser muy difícil acabar con esa práctica. En todo caso, en este como en cualquier otro contexto, quien tenga una mejor propuesta que la ponga en el tapiz del debate. Automáticamente veríamos entonces de qué lado están los mexicanos sensibles e inteligentes.