Orgullosamente Mexicano

De seguro que muchos de los amables lectores de estas páginas han pasado por la amarga experiencia de sentir indignación o vergüenza por verse o por sentirse identificado con compatriotas y ello en las más variadas situaciones, tanto en el país como fuera de él. Como siempre sucede en circunstancias así, se incurre fácilmente en razonamientos quizá un tanto precipitados, empezando por el de generalizar de manera lógicamente injustificada pero siendo también emocionalmente imposible evitarlo. Por ejemplo, podemos ser testigos de situaciones bochornosas, de injusticia, de conducta vulgar, de uso soez del lenguaje, todo ello enfrente de personas bien educadas cuya presencia, por lo menos al momento del suceso, nos hace sentir como si hubiésemos sido cómplices de algún comportamiento despreciable y hasta repugnante. En situaciones así, aunque sea momentáneamente nos avergonzamos de tener algo en común con los patanes que tenemos enfrente siendo éstos desafortunadamente compatriotas. Nuestro repudio nos lleva a tener pensamientos y sensaciones de un distanciamiento radical vis à vis esos mexicanos de conducta reprobable y ello no por consideraciones raciales, religiosas, sociales o políticas, sino básicamente y dicho de la manera más general posible, culturales. La situación de la que somos testigos nos parece tan odiosa que pensamos: “Qué tengo que ver yo con esa gentuza! Me avergüenzo de ser mexicano!”. Obviamente, una vez pasada la emoción, superada la escena y habiendo olvidado el exabrupto regresemos a nuestra perspectiva cotidiana y nos olvidamos del mal rato con todo lo que éste entrañó.

Por fortuna, también se da el fenómeno opuesto, es decir, el de ocasiones en las que ante lo hecho por un o una compatriota nos quitamos el sombrero, sentimos  una alegría intensa y duradera y sobre todo admiración y respeto. En situaciones así no queremos (ni debemos) ocultar nuestra actitud de reverencia y de reconocimiento sin titubeos y sin límites. Y es realmente un honor dar como ejemplo de una muestra de actitud valiente, racional y justa el pronunciamiento público por parte de nuestra presidenta, la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, por medio del cual los Estados Unidos Mexicanos reconocen al Estado autónomo de Palestina. Esto, que se dice en tres palabras, es uno de los grandes, de los más importantes pronunciamientos políticos mundiales de los últimos tiempos. A través de dicho reconocimiento, la primera Presidenta de México no sólo le dio lustre a la política exterior mexicana, sino que al mismo tiempo se enalteció ella misma y dio muestras de su grandeza política y de su nobleza personal. ¿Por qué es ello así? No creo que sea absolutamente indispensable para ello, pero para justificar estas palabras que no sólo son de reconocimiento sino también de agradecimiento profundo por tan pertinente decisión, haré una veloz enumeración de datos del trasfondo factual sobre el que se inscribe tan memorable declaración y que es importante tomar en cuenta y, sobre todo, no olvidar.

1) Origen racial versus conciencia política. En relación con muy variados temas y proferidas por muy disparejas bocas, se ha aludido en México en muchas ocasiones al origen racial de la Presidenta de México. Ella, desde luego ciudadana mexicana nacida en México, es incuestionablemente de origen judío. Asombrados, los ingenuos y los desinformados de inmediato se preguntarán: ¿cómo puede una persona de origen judío hacer una declaración política pública de primera importancia y desde la posición que ella ocupa que choque de manera tan frontal y directa con los intereses explícitos del gobierno de Israel? Yo creo que, si bien fácilmente puede enriquecerse la respuesta, ésta en principio es relativamente simple: el origen étnico, los antecedentes raciales, las vinculaciones religiosas, las tradiciones culturales simplemente no son susceptibles de neutralizar los mandatos de la genuina conciencia política, de las convicciones políticas a las que se llegó a través de la praxis política. ¿Por qué? Porque todo eso que se nos impregna al momento de nacer y que en múltiples ocasiones conforma la mentalidad de una persona no tiene la fuerza para bloquear o acallar los mandamientos de la propia conciencia moral y política, porque ésta es el producto de nuestras propias reflexiones y acciones, no algo meramente heredado e impuesto desde fuera. Para ilustrar: es como si se nos vistiera de determinado modo desde que nacemos hasta que llega un momento en el que una persona se percata de que ella puede elegir su propia vestimenta en función de sus gustos, auto-percepción y demás y lo que estoy afirmando es que una vez que se entiende que uno puede vestirse como uno quiera, como a uno le guste y que ponerse el uniforme con el que nos movimos durante el tiempo en que estuvimos sometidos a las “tradiciones” (familiares, grupales, nacionales) no es en lo absoluto obligatorio, no volvemos a vestirnos como otros quieren que lo hagamos pues ya nos auto-capacitamos para decidir por nosotros mismos cómo hacerlo. Lo mismo sucede, mutatis mutandis, con los temas  de ideología: una vez que, políticamente hablando, una persona se convirtió en mayor de edad y aprendió a pensar por cuenta propia ya simplemente no se dejará manipular por ideas y argumentos, porque éstos ya no harán mella en su intelecto. Y esa precisamente es, creo yo, la situación de la Dra. Claudia Scheinbaum: ella pasó por un largo proceso de formación política, se auto-conformó su propia concepción de lo que es justo, respetable, imposible de traicionar, etc., y ahora simplemente actúa en concordancia con ella. ¿Cómo puede la Dra. Scheinbaum tomar decisiones autónomas y de importancia histórica como la de reconocer al Estado Libre de Palestina? La respuesta es inmediata: ella es un agente político genuino, una mujer profundamente politizada.

2) ¿Qué significa el gesto de reconocimiento del Estado Palestino por parte de la Primera Mandataria de la Nación? La decisión de que el Gobierno de México reconociera como un Estado más a la patria del heroico y sufrido (y me dan ganas de decir ‘querido’) pueblo palestino constituye una lección de política de alto nivel para prácticamente todos los gobernantes del planeta y ello por múltiples razones. Primero, porque eso que México (i.e., su autoridad suprema) hizo es lo que de facto la inmensa mayoría de los gobernantes quisiera hacer, lo que ellos mismos en privado señalan como la medida apropiada, justa y necesaria dados el trasfondo histórico y la situación actual, pero que por diversas causas no se atreven a hacer. Pasa lo mismo en otros contextos. Por ejemplo, así como muchos de los gobiernos de la Unión Europea están de acuerdo en que las sanciones financieras y comerciales en contra de Rusia son ilegítimas y contraproducentes, de todos modos (con la honrosa excepción de los  gobiernos de Eslovaquia y de Hungría) tienen pavor de reconocerlo públicamente, así también en su inmensa mayoría los gobernantes a lo largo y ancho del mundo se pronuncian con horror sobre las masacres cotidianas perpetradas por las brutales fuerzas armadas israelíes, pero se abstienen de pronunciarse al respecto. Por consiguiente, la declaración del Gobierno de la República está dando un ejemplo a nivel mundial y fijando un precedente histórico de magnitudes no desdeñables. Y en segundo lugar, es muy importante entender la causa de la decisión del Gobierno de México: no se trata de una causa baladí, no se da en conexión con una situación banal. Nada de eso! Es una reacción frente a lo que sin duda alguna es una de las matanzas de congéneres nuestros más cruel, más injustificada, más imperdonable de la historia. Se trata de un crimen que no se podrá borrar tan fácilmente ni de la memoria de los individuos ni de los anales de la historia. Lo que los israelíes han hecho, ante la mirada y el repudio silencioso de la casi totalidad de la población mundial, es tanto destrucción de mucho material humano valioso en sí mismo (pienso en la odiosa masacre de niños que deliberadamente se está llevado a cabo) como destrucción espiritual de lo humano, porque ya quedó claro que llevada por su fanatismo hay gente que es capaz de hacer lo que se pensaba que era inimaginable que se hiciera. Demos un ejemplo. Los norteamericanos bombardearon Hiroshima con una bomba atómica y en cinco minutos murieron 100,000 personas. Fue una acción de un día. En un acto irracional de venganza, los anglo-sajones, i.e., ingleses y norteamericanos, bombardearon Dresde, una ciudad sin defensa aérea, con miles de toneladas de bombas, entre otras de fragmentación e incendiarias. Durante el bombardeo murieron más de 120,000 personas (probablemente muchas más, porque incontables personas quedaron calcinadas y se perdieron en los escombros). Esa atrocidad duró dos días. Ahora bien, el bombardeo de Gaza, que obviamente es una zona civil sin defensas anti-aéreas, lleva ….. más de 534 días! En otras palabras, no ha habido en la historia de la humanidad un ataque tan brutal y tan infame – por persistente, desproporcionado y disparejo –  sobre una población totalmente indefensa que pueda compararse con la maligna agresión israelí! No hay otro evento como ese en la historia. Que los gobernantes que están al tanto de todo se queden callados es indignante, pero precisamente por eso el que México reconozca al Estado de Palestina es un acto superior de justicia, de honor, de dignidad y un acto por el cual La Presidenta Claudia Scheinbaum se ganó el corazón no sólo de los mexicanos, sino de la población mundial en su conjunto. No hay más que ver las encuestas!

3) Potenciales efectos políticos de la decisión de México. La decisión, única, del gobierno de México de reconocer como legítimo al Estado de Palestina no puede tener las consecuencias prácticas que todos quisiéramos. La decisión de México no es la de una super-potencia y no debería olvidarse que chocar con el gobierno israelí no es entrar en conflicto con el gobierno de un país cualquiera o no es sólo eso. Es enfrentar al gobierno de Occidente, un gobierno esencialmente vinculado con la guerra en contra de la Federación Rusa (no hay más que echarle un vistazo al desempeño del delincuente político que es A. Blinken, igualmente amigo hasta su último día como Secretario de Estado de V. Zelenksy y de B. Netanyahu). El gobierno de Israel es un gobierno, pero también un centro de coordinación de bancos, de trasnacionales, de empresas de toda índole, de espionaje, de entrenadores en represión y contra-insurgencia (Colombia, Guatemala, etc., etc.), y que por si fuera poco ejerce un control férreo casi total sobre los gobiernos de los Estados Unidos desde hace más de un siglo (la creación de la mal llamada ‘Reserva Federal’ data de 1913, si no me equivoco). Eso lo saben los ciudadanos norteamericanos mejor que cualquiera de nosotros. No obstante y a pesar de potenciales riesgos, es claro que el ejemplo de México puede cundir y eso puede incidir en algunas decisiones de suma importancia que se estén tomando ahora. Por ejemplo, sin recato alguno el presidente D. Trump está anunciando ya la posibilidad de bombardear Irán, a sabiendas de que la única forma de bombardear dicho país de manera efectiva es por medio de bombas atómicas. Irán es el último gran blanco de la política de conquista israelí del Medio Oriente, la política del “Gran Israel”. Ahora bien, si 100 países reconocieran a Palestina como un país legítimo, con una población real, no meramente importada, quizá un plan como el de Trump se vería truncado. Por otra parte, y esto es muy importante, un gesto de nobleza y solidaridad como el del gobierno de México podría en el futuro sernos útil a nosotros mismos, porque por una parte a través de dicho gesto político México deja en claro que se adhiere totalmente a una política de paz y de repudio de toda clase de aventuras expansionistas y de aniquilamiento, que es la practicada por el gobierno de Netanyahu; y, por la otra, es también una forma de reivindicar el derecho a ser tratados de ese mismo modo en la arena internacional.

4) La inclinación natural por la justicia. Sin duda alguna, así como todos coincidimos en quitar la mano del fuego, así también todos coincidimos en repudiar acciones que rebasan con mucho los límites de la razón. ¿Quién en su sano juicio puede aprobar la masacre de niños de cinco, seis o siete años y ello no sólo por los bestiales bombardeos indiscriminados, sino por francotiradores? Los casos de niños mutilados, amputados sin anestesia, privados de su alimento básico, convertidos en blancos de asesinos con uniforme son realmente insoportables, en el sentido de que no hay persona normal que vea lo que sucede y no se estremezca, no voltee el rostro para ya no ver más, no vomite, no llore. Generar deliberadamente tanto dolor es de lo más anti-natural y en nuestra condena de semejantes acciones, que ciertamente no tienen ninguna justificación militar (aunque yo he oído y leído a gente afirmar que los niños palestinos son todos terroristas. ¿Qué es lo que un ser humano normal puede pensar y sentir de alguien que se expresa de esa manera?) nos vemos unidos mexicanos y norteamericanos, alemanes y japoneses, franceses e iraquíes, húngaros y turcos y así sucesivamente. No cabe duda de que aquí se produce una coincidencia sorprendente, pero ¿por qué? Porque los seres humanos no contaminados por ideologías de odio, no ensoberbecidos por ninguna clase de control financiero y mercantil, seres libres mentalmente nos percatamos de que lo que se hace a diario en Palestina es lo más injusto e imperdonable que podría hacerse. Por consiguiente, que un país por fin levante públicamente la voz en contra de semejante tragedia, producida deliberadamente, no puede ser visto de otra manera que como una bandera política noble, compartible por todos, porque es una expresión instintiva de inclinación natural por la justicia y de repudio de la barbarie. Lo que el gobierno israelí hace por negocios turbios y por odiosas ambiciones políticas es lo mas anti-natural que podamos imaginar. De ahí que el pronunciamiento oficial en favor de Palestina sea un grito de ayuda en favor de personas tratadas de la manera más injusta imaginable. Al decir “No nos identificamos con semejantes prácticas”, el gobierno de la Presidenta de México se erigió en portavoz de la humanidad. ¿Cómo no celebrarlo y darle nuestra total adhesión y apoyo?-

5) Escisión de la humanidad. Para alguien no galvanizado por la propaganda israelí (Nota bene: a menudo son más fanáticos e irracionales los dizque sionistas no judíos que los mismos ciudadanos israelíes, quienes en una importante proporción son cada vez más críticos de la política criminal de Netanyahu y su pandilla), las reacciones con las que nos topamos todos los días en videos, entrevistas, documentales, programas de televisión (de otros países, desde luego, porque la televisión mexicana, en relación con temas tan trascendentales como lo que sucede a diario en Cisjordania y la Franja de Gaza, es básicamente inservible) son de un repudio cada más franco y sonoro y de un rechazo cada vez más decidido de las acciones sin nombre realizadas por las fuerzas armadas israelíes. Para tener una idea de la magnitud del crimen israelí basta con comparar la conducta del ejército ruso en Ucrania con la del ejército israelí en Gaza: los rusos sólo se han fijado como blancos sitios militares, nunca población civil indefensa. Obviamente, ha habido (como se dice en el argot de la diplomacia) “daños colaterales”, pero no “daños mal intencionados”. En verdad, cualquier video genera la impresión de que más que seres humanos peleando contra seres humanos a lo que asistimos en Palestina es a acciones de destrucción por parte de extra-terrestres contra humanos, por parte de seres que no tienen nada en común con las presas a las que tratan a toda costa de exterminar. Preguntémonos: ¿cómo puede una jovencita de 16 o 17 años regocijarse ante un video que muestra cómo mueren por un salvaje bombardeo de un edificio cientos de personas allí refugiadas? ¿Qué clase de sociedad y de seres humanos se promueve en el Israel de Netanyahu? Lo que la tragedia palestina pone de relieve es simplemente el hecho de que la mente humana es fácilmente controlable, manipulable y susceptible de ser llevada a actitudes y líneas de conducta que significan un corte radical con lo que normalmente asociamos con la noción de “ser humano”. Las personas pueden hacerse daño, pero hay límites. Lo que la guerra sionista actual en contra de la población palestina muestra (la guerra en contra de los verdaderos descendientes de los antiguos hebreos, dicho sea de paso, destruidos ahora sistemáticamente por gente llegada 2000 años después de haber abandonado su lugar de origen y de haber perdido todo contacto real con la tierra que nunca labraron) es que hay un sentido en el que se puede dejar de ser humano y de convertirse en otra cosa, al tiempo que se sigue naturalmente siendo miembro de nuestra especie. Esto es fácil de demostrar: el soldado israelí no es  nada más un luchador que defiende a su país: es un despiadado criminal con uniforme, un violador sistemático (como lo acreditan ahora cientos de reportes de la ONU, de periodistas independientes, de víctimas, etc. Y hablamos entre otras cosas de violaciones tumultuarias), un asesino de niños, un individuo entrenado para hacer lo que sea sin restricciones y sin remordimientos, un tipo que se roba todo lo que puede de las modestas casas de palestinos en las que entra con tanques y bulldozers por delante, gente que destruye con saña las cocinas, las vitrinas y en general las pertenencias de los habitantes legítimos de esa zona abandonada del mundo, y así indefinidamente. No es por casualidad que las instituciones internacionales relevantes describen la invasión israelí de Palestina como un genocidio, es decir, como una colección de acciones de lesa humanidad, acciones que no tienen ni antecedentes ni paralelos y por las que habría que pagar. Tampoco es por casualidad que Netanyahu sea, para la Corte Internacional de Justicia, un prófugo de la ley, un delincuente de magnitudes históricas en principio apresable en prácticamente todos los países, con algunas deshonrosas excepciones  (Estados Unidos, Hungría y alguno que otro más). De lo anterior se deduce que cualquier postura política crítica de la anti-humana invasión israelí de Gaza, la cual tiene como objetivo públicamente reconocido la expulsión de la población de sus tierras para, obviamente, apropiárselas, es bienvenida. La decisión de nuestra presidenta marca un hito en la política internacional contemporánea. Ciertamente, esta decisión debería venir acompañada de otras, como apoyo humanitario efectivo y restricciones a los intercambios con Israel, pero por lo pronto tenemos que manifestar nuestro total acuerdo con la valiente decisión de la Dra. Claudia Scheinbaum, que es la persona que, por así decirlo, lleva las riendas del país. Es altamente probable que yo esté de acuerdo con muchas de las decisiones que toma la Señora Presidenta en otros contextos, pero en todo caso por la que atañe a lo que sucede en el Medio Oriente lo que único que por el momento puedo hacer es gritar a todo pecho “Viva Claudia Scheinbaum!”.

 

 

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