África y México

Por un sinnúmero de razones, lo cierto es que ese continente fantástico que es África sigue siendo para los mexicanos una realidad enigmática y desconocida. En parte ello se explica por el hecho de que nuestra población negra es numéricamente muy reducida. Hay en México pequeñas comunidades de origen africano sobre todo, mas no únicamente, en los estados de Veracruz, Oaxaca y Guerrero. ¿Por qué en este sentido es nuestro país tan diferente de países como Colombia o Venezuela, no digamos ya Brasil? La explicación es relativamente obvia y simple. Una vez conquistado militarmente el continente americano desde California hasta la Patagonia, el objetivo de los invasores europeos no podía ser otro que el de aprovechar su inmensa riqueza natural y vivir de la mano de obra gratuita de los habitantes del Nuevo Mundo. La explotación que a partir de la conquista se inició fue sistemática y duró tres siglos, durante los cuales no sólo pudieron las monarquías europeas mantener con lujos sus parasitarias existencias, sino que hasta terminaron creando nuevas etnias. Ese fue notoriamente el caso de México, en donde la ocupación española significó, entre otras cosas, el exterminio de un porcentaje muy elevado de hombres y la violación sistemática de mujeres, creando así a la nueva población mestiza. Por otra parte, como en América Central y del Sur nunca se conjugaron grandes civilizaciones y poblaciones aguerridas (en Perú, por ejemplo, las poblaciones indígenas simplemente se rindieron ante el invasor. Nunca se produjo en América del Sur una batalla como la de Iztapalapa), la sujeción extranjera nunca alcanzó el grado de violencia que impusieron los españoles en la Nueva España. En lo que ahora es México había indígenas suficientes para mantener de manera ininterrumpida el flujo de riqueza (oro, plata, productos agrícolas, etc.) que requería la corona española para seguir manteniendo su status, una meta alcanzable sólo por medio de guerras financiadas en última instancia por las minas de Zacatecas, Guanajuato e Hidalgo. Recuérdese que durante los tres siglos de dominio español en América Latina, España participó en decenas de guerras y si bien ahora las guerras son ante todo negocios de grandes empresas y corporaciones, las cuales lucran magníficamente con vidas humanas, antes eran procesos muy costosos cuyos frutos se daban sólo hasta que el vencedor impusiera sus condiciones (reparaciones, impuestos, anexiones etc.). En todo caso, durante ese lapso de tres siglos, que por lo menos a los habitantes de la Nueva España les ha de haber parecido como un suplicio interminable, para la explotación de la riqueza mexicana que la Metrópoli requería la mano de obra existente era suficiente, pero esa no era la situación ni en el Caribe ni en América del Sur. Allá, extensiones inmensas de terreno quedaban sin ser exploradas y explotadas por falta de hombres. Muy pronto entonces, los españoles pero sobre todo los portugueses empezaron a traficar con seres humanos, un negocio al que de inmediato se unieron y desarrollaron en gran escala ingleses, franceses y holandeses. Y ¿de dónde extraían los europeos el material humano para los trabajos forzados? La respuesta es obvia: de África. A través de argucias, engaños, estafas y, sobre todo, por por medio de razzias, los europeos crearon el comercio de esclavos más grande de la historia. Según Hugh Thomas, en tres siglos los europeos vendieron como esclavos a cerca de 90 millones de personas. Se dice fácil! El comercio de esclavos fue probablemente el negocio más redituable para las monarquías europeas. O sea, todo ese bienestar y esa elegancia de multitud de “gentlemen”, de intrigantes palaciegos y de cortesanas arribistas tiene como plataforma la sangre, el sufrimiento y el horror de millones de hombres, mujeres y niños completamente indefensos. Y ahora, lo cual es increíble, los gobiernos que fueron poco a poco remplazando a sus respectivas noblezas se niegan a darle asilo a seres humanos que huyen de las espantosas condiciones de vida que heredaron de ellos precisamente. Eso sin duda es parte de la “grandeza” de Occidente.

El trato brutal recibido por las poblaciones africanas desde que se iniciaron sus relaciones con los europeos ni mucho menos se limita a la trata y venta de personas. No voy a entrar en el recuento de las atrocidades de ese fabuloso negocio. En su libro, The Slave Trade (El Comercio de Esclavos), Thomas recoge multitud de testimonios que son realmente espeluznantes pero, como dije, no entraré en esa clase de detalles. Lo que en cambio sí me importa destacar es la continuidad en el trato bestial del que en la actualidad son objeto las poblaciones africanas en su conjunto por parte de los occidentales de la etapa post-esclavista. Una ratificación contundente de lo que ha sido el permanente enfoque occidental lo encontramos en el rey belga Leopoldo II, propietario durante casi un cuarto de siglo de lo que se conocía como ‘Estado Libre del Congo’, posteriormente ‘Congo Belga’ y en la actualidad ‘República Democrática del Congo’. La extracción de diamantes, marfil y demás productos de la región requirió de cerca de 10 millones de vidas. Cuando ya el escándalo era vox populi, el Estado Belga tomó posesión del país y las cosas siguieron más o menos igual. No es, pues, por casualidad que, en los años 60 del siglo pasado, hubiera surgido en esa colonia un revolucionario extraordinario, un gran líder político, un humanista visionario como lo fue Patricio Lumumba. Cuando parecía que el país se encaminaba ya por la vía de la libertad, Lumumba fue cobardemente asesinado por la CIA en 1961. Lo que la República Democrática del Congo heredó de sus antiguos amos fue caos étnico, pobreza, conflictos armados y explotación sistemática, ahora por parte de trasnacionales que no tienen otro objetivo que el de llevarse toda la riqueza mineral que puedan del país. Los desplazamientos de pueblos enteros y la violación de derechos humanos en la República Democrática del Congo está, como era de esperarse, a la orden del día.

Lo que sucede en la República Democrática del Congo no es un fenómeno aislado y ello explica por qué, a lo largo y ancho de ese formidable continente, han surgido grandes intelectuales, líderes políticos, dirigentes con visión y animados por legítimos ideales de liberación, bienestar y seguridad. Así, después de Patricio Lumumba aparecería en el escenario político mundial otro luchador ejemplar, de  dimensiones históricas, a saber, el gran Nelson Mandela, un libertador pacifista y que, después de 28 años de cárcel, logró acabar con el odioso apartheid que prevalecía en Sudáfrica. Antes de Mandela, la población blanca vivía en un estado jurídicamente normal, pero junto a la población local, esto es, negra, la cual no gozaba de los mismos derechos. Eso se llama ‘racismo’, pero aparte de que el racismo en sí mismo es inaceptable, ¿por qué habría una población de ser discriminada en su propio país?! Es que ese era el sistema que los afrikaners, de origen básicamente holandés, habían impuesto. Sin embargo, Mandela triunfó y con su victoria Sudáfrica cambio de rumbo para su bien y para siempre. Mucho menos buena suerte tuvo otro gran político africano, libio esta vez, a saber, Muammar Gadafi. Éste llevó a su país al primer lugar en África en lo que a bienestar atañe. Realizó incontables reformas en los sectores alimentario, petrolífero (con nacionalizaciones decisivas), educativo, social, etc. Gadafi encaminó a Libia hacia el socialismo y eso le ganó, desde la época de R. Reagan, el odio norteamericano. Finalmente, después de toda una maraña de intrigas, acciones de sabotaje, de desestabilización, etc., con los aviones de la OTAN por delante, el gobierno de Libia fue salvajemente destruido y su líder asesinado de una manera horrenda. La infame Hilary Clinton, en una memorable entrevista, exultando describió la situación diciendo: “Nosotros llegamos, vimos y él murió”, una parodia ridícula de la célebre frase de César, ‘Vine, vi y vencí’, para referirse a su conquista de las Galias. En la destrucción de Libia jugaron un papel especial las fuerzas armadas francesas, pero el saqueo fue generalizado y las inmensas reservas de oro que Gadafi había acumulado para su país simplemente se esfumaron. Dicho sea de paso, la participación francesa, que tuvo lugar durante el periodo presidencial de N. Sarkozy, fue diseñada, orquestada e impulsada por Bernard Henri Lévy, un bien conocido sionista francés. Hay publicado y en la red mucho material al respecto.

Pero regresemos a nuestra  tema, que es el continente africano. Lo que hemos expuesto no tenía otro objetivo que el de permitirnos echar un vistazo con comprensión sobre la situación actual de África y, por más que lo intentemos, lo que no podemos dejar de percibir es la maldad, la codicia, la desvergüenza occidental. Los perros, como se sabe, ya sea que se trate de pastores alemanes, chihuahueños o de setters irlandeses, tienen un origen común, que es el animal que en la Edad de Piedra se fue acercando a los humanos hasta quedar vinculado a ellos como su compañero. Mutatis mutandis, pasa lo mismo con los humanos: que sean rubios o de ojos rasgados, de cabello lacio o de pelo chino, todos tienen un mismo origen y ese origen es africano. Si estuviéramos divagando por medio de analogías y asociaciones fáciles, tendríamos que decir que la raza blanca es en verdad la más ingrata de la historia. Como todos sabemos, el primer núcleo de seres de nuestra especie surgió en lo que hoy es Sudáfrica, hace alrededor de 2 millones de años. Poco a poco, aquella gente fue remontando el continente hasta llegar a Egipto, de donde pasaron hacia lo que hoy es el Medio Oriente y paulatinamente se fueron diseminando por Europa. No se sabe si allá se encontraron con los Neandertales y si los aniquilaron o se mezclaron con ellos, pero en todo caso se impusieron y, con los cambios de clima, de alimentación, etc., la raza humana se fue, por así decirlo, diversificando. Y lo paradójico del caso es que los descendientes de quienes desempeñaron el papel de semillas de la civilización occidental son quienes han sido peor tratados por los occidentales a lo largo de su historia. Por sus condiciones geográficas, climáticas y humanas, África se rezagó en lo que a su desarrollo material concierne y eso la volvió tremendamente vulnerable frente a la codicia de los países “civilizados”.

Sin embargo, el hecho es que, de manera desesperadamente lenta pero al parecer consistente, África está abriendo los ojos y empezando a estirar los músculos. En la época actual, dadas las condiciones de vida no hay más que un grupo social que puede reforzar y dirigir este despertar africano, a saber, el de los militares nacionalistas. Poco a poco, los nuevos gobiernos en diversos Estados africanos han echado de sus respectivos países a las fuerzas occidentales estacionadas en ellos. Se acabaron las colonias holandesas, portuguesas e inglesas y ahora le toca el turno a las francesas. A los franceses prácticamente los corrieron de Senegal, de Chad, de Burkina Faso, de Niger y de otros países. Ahora los países africanos empiezan a percatarse de su fuerza y de sus potencialidades y a exigir un trato diferente, más equilibrados convenios comerciales, respeto a sus instituciones políticas, religiones y tradiciones. La nueva clase de dirigentes, esto es, de militares nacionalistas, que es lo que los pueblos de África necesitan para poder transitar a modos de organización civiles que les convengan, sean los que sean, se compone de luchadores que están conscientes de sus debilidades y de sus dependencias frente a los países occidentales avanzados. Sin embargo, y a diferencia de las estrategias adoptadas en, por ejemplo América Latina, los países de África han encontrado amigos reales y están orientándose cada vez más hacia procesos de colaboración más eficientes y positivos para sus finanzas, programas de salud, de educación, etc., con ellos. Esos países, esos nuevos amigos son, obviamente, Rusia y China. En pugna permanente con lo que los occidentales llaman la ‘penetración rusa y china’, lo que estos países aportan son infraestructura, medicinas, alimentos, etc. Frente a la innegable fuerza y el despotismo del dólar, Rusia y China supieron construir nuevas alianzas y lograron formar el famoso BRICS, que son las letras iniciales de Brasil, Rusia, India, China y … Sudáfrica! Este grupo de países, que constituye una genuina alternativa al bando occidental conformado por los países europeos con los Estados Unidos a la cabeza,  ha ido creciendo y ahora incluye entre sus nuevos miembros a otros países africanos, que son Etiopía y Egipto y están en la lista Uganda y Nigeria y sin duda hay otros que harán todo lo que puedan para ingresar al grupo salvador. Ahora bien, lo que es importante entender es que es sólo mediante estas nuevas alianzas que los países de África podrán efectivamente dejar atrás su injusto pasado y florecer como sin duda tienen derecho a hacerlo. Y yo iría más lejos: aunque desde muchos puntos de vista México es un país más desarrollado que la mayoría de los países africanos, se debería entender en México que éstos nos están dando aquí y hora una auténtica lección de política y de historia. Trataré de explicar la idea, aunque de hecho me parece evidente de suyo.

Lo que África nos está enseñando es que si, como nación, aspiramos a protegernos de los poderosos países parásitos occidentales, los países que no saben establecer relaciones de igualdad sino que intentan siempre implantar vínculos de dependencia, de subordinación, de explotación descarada, de imposición arbitraria, ello sólo lo podremos lograr si establecemos nuevas alianzas, relaciones frescas con países con los que se puede comerciar de manera mutuamente beneficiosa y no por medio de tratados de pseudo-libre comercio, tratados que cuando así le conviene a uno de sus signatarios lo echan por tierra sin respeto por los pactado ni por los países que lo firmaron. Tenemos los ejemplos ante los ojos y no se hace nada para modificar de raíz esa horrenda situación de imposición y subordinación. Un ejemplo bastará para ilustrar lo que estoy diciendo: el maíz transgénico. El presidente Andrés Manuel López Obrador logró, contra viento y marea, mantener la prohibición de usar el maíz genéticamente modificado para el consumo de la población mexicana. La razón lo asistía totalmente. El problema es que eso ya cambió. Los Estados Unidos finalmente impusieron su voluntad y de ahora en adelante, tarde o temprano, en México se usará un maíz ponzoñoso para hacer tortillas, un maíz tratado a base de glifosato, que es veneno puro. Una vez que se permita su importación, ya su comercialización generalizada será cuestión de  tiempo. Los mercaderes de siempre cumplirán con su función y el maíz ilegítimo terminará en nuestras mesas. Pero ¿por qué se aceptó una resolución tan negativa para nuestra población? ¿Acaso los panistas así lo decidieron? No, porque ellos no tienen el poder para eso, porque si lo hubieran tenido desde luego que ya habrían abierto de par en par las puertas del país y no sólo para el maíz transgénico. ¿Será acaso porque la presidenta está de acuerdo con ello? Yo no lo creo. Lo que parece haber sucedido es más bien que, por una parte, los ineptos miembros de las mesas de discusión que representaban a México fracasaron en defender el punto de vista de nuestros legítimos intereses nacionales y, por otra parte, porque al no tener a quien recurrir, en quien apoyarse, México no tuvo cómo defenderse frente a la maquinaria político-militar-corporativista-financiera y demás de los Estados Unidos. ¿Qué tiene que hacer México? Seguir el ejemplo de algunos lúcidos países africanos porque, aunque menos desarrollados como países, nos están dando una lección política de primer orden.

Es obvio que el actual gobierno de México no va a poder resistir el embate preparado por el gobierno al frente del cual está D. Trump. Éste va a hacer todo lo que pueda para re-imponer el orden imperial. Para impedir una nueva era de explotación, desigualdad, arbitrariedades, intervenciones, corrupción y demás, no basta con proclamar la soberanía o recitar slogans. La seguridad de México es algo que se defiende en los hechos, no en el discurso. Desde luego que se le puede hacer frente a Trump y aprovechar sus errores y pasos en falso, que son muchos. Él es un típico blofista que llegará hasta donde se lo permitan sus interlocutores. Hay que pararse frente a él, pero ¿cómo hacerlo? Yo creo que África marca la pauta. Hay no sólo que multiplicar nuestras relaciones con los países de ese continente, es decir, es importante variar nuestras relaciones comerciales pero también culturales, diplomáticas, educativas, turísticas y demás con países a los que, puede especularse, el futuro, aunque no sea inmediato, les pertenecerá. Hay que acercarnos a ellos, empezando por rescatar como se debe a nuestras reducidas comunidades de origen africano e incrementar los lazos de amistad e intercambio con ellos, pero sobre todo hay que seguir su ejemplo. Por ello, a mí me parece que, en las condiciones actuales, el objetivo político, diplomático y de seguridad nacional número uno es la adhesión de México a los BRICS. Sólo así México estará un poquito mejor preparado para enfrentar la agresión que se nos viene encima. Si Brasil forma parte de dicho grupo ¿por qué México no? Si los “Tratados de Libre Comercio” no se respetan ¿por qué auto-limitarnos a y por ellos? No tenemos por qué seguir los a primera vista desquiciados pasos de un Milei, quien se dio el lujo de rechazar la invitación de unirse al grupo. Claro que la política del presidente argentino no es casual ni es el resultado de un exabrupto, sino parte de un plan de venta del país que no encajaba con lo que los BRICS promueven, que es exactamente lo contrario. Poco a poco, como después de un letargo de siglos, África se despierta y gracias a sus nuevos amigos, Rusia y China, podrá disfrutar de lo que se le ha sistemáticamente sustraído y accederá a un nuevo estadio de civilización que sólo los verdaderos amigos pueden garantizar. A todas luces, México debería seguir sus pasos.

 

 

 

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