1) Inevitablemente, para estas líneas un tanto improvisadas y que no tenía proyectado redactar, tendré que hacer un poco de publicidad no deseada, pero mucho me temo que simplemente no haya opción. Voy a tener que publicitar, violentando levemente mis principios y valores, las aportaciones periodísticas de un destacado colega, ex-director él mismo del instituto donde trabajo, y digo ‘violentando’ porque, por razones que iré ofreciendo y como podrá apreciarse, tengo que confesar que sus declaraciones y pronunciamientos han generado en mí una cada vez más pobre impresión, tanto literariamente como desde el punto de vista del contenido. Aunque haré un esfuerzo para no extenderme sobre el tema (sobre el cual se podría decir mucho), diré de todos modos más abajo unas cuantas palabras sobre lo que podríamos llamar ‘potenciales motivaciones panfletarias’. Esta propaganda involuntaria acarrea, no obstante, un cierto beneficio consistente en que quienes se sientan atraídos por el cebo periodístico tendrán la oportunidad de delinear por cuenta propia el perfil del interfecto y podrán extraer sus propias conclusiones. Por mi parte, admito que no quisiera repetir la experiencia, por lo que trataré de responder en forma tajante y definitiva a lo que me parece que es un intento fallido más de estigmatización de un mexicano ilustre por parte de alguien incomparablemente menor. Permítaseme que me explique.
2) En una de sus últimas contribuciones como articulista de periódico, Guillermo Hurtado afirma lo siguiente:
Entre diciembre de 1934 y abril de 1935, Caso debatió en las páginas de El Universal con Francisco Zamora y Vicente con Lombardo Toledano sobre el materialismo histórico. En aquella ríspida polémica, Caso fue tachado como un intelectual conservador, e incluso como un enemigo de la Revolución. Pero hoy podríamos decir que Caso era, en realidad, un revolucionario de los de entonces —para usar la frase de Luis Cabrera— y que los marxistas como Narciso Bassols y Vicente Lombardo Toledano eran los enemigos de la Revolución original, la de Francisco I. Madero.
Aquí hay precisiones que hacer.
3) En relación con su dicho, Hurtado amerita que se le refresque la memoria. Hay algunos hechos que no debería haber pasado por alto, sobre todo para evitar ese tonito de “small talk”, superficial y barato, que a menudo adopta para hablar de temas de historia nacional que merecen respeto y otra clase de tratamiento y enfoque. Vayamos, pues, por partes.
Primero, dada la redacción de Hurtado, cualquier lector extrae fácilmente la conclusión de que el Lic. Bassols estuvo involucrado en la famosa controversia sobre el materialismo. No es el caso. Obviamente Hurtado ignora que hay una carta de Antonio Caso, de cuando fue maestro de lógica en la Preparatoria Nacional, en la que (cito de memoria porque no tengo el texto a la mano) elogia la inteligencia y la dedicación de su más brillante alumno, a saber precisamente Narciso Bassols. Lo cierto es que la relación entre el Mtro. Caso y el Lic. Bassols siempre fue de mutuo respeto, independientemente de sus respectivas posiciones en relación con diversos temas de interés nacional. Pero hay que enfatizar que el Lic. Bassols nunca entró en polémica pública con Don Antonio Caso, su ex-maestro de lógica.
Segundo, seamos claros: la esencia del maderismo es el anti-re-eleccionismo (“Sufragio Efectivo-No Re-elección”). Ahora bien, cuando Madero hizo su entrada triunfal en la Ciudad de México Narciso Bassols tenía 14 años y a diferencia de Hurtado el joven Narciso Bassols abiertamente apoyaba al partido anti-re-eleccionista. Al igual que mucha gente que así se auto-denomina, Hurtado se declara ‘maderista’ cuando en realidad su conducta indica que repudia el maderismo, porque ¿acaso no fue él re-elegido director del Instituto?¿En qué consiste entonces su adhesión al maderismo? Eso de declararse maderista es una buena pose, porque en general lo que se hace es decir que se es maderista pero de hecho lo que se promueve (en general con pésimos argumentos) es lo contrario, esto es, la re-elección – de diputados, senadores, gobernadores, etc., todo ello como parte de una inevitable campaña previa para poder finalmente plantear el álgido tema de la re-elección presidencial. O sea, los maderistas actuales, como Hurtado, son quienes promueven la política más anti-maderista que pueda haber! Para nosotros lo importante, sin embargo, es que por cómo sucedieron los eventos en la capital del país, por la muerte prematura del caudillo, etc., el maderismo no pasó de lo estipulado en el Plan de San Luis y en él no hay prácticamente nada sobre educación. Por ello, lo más grotesco, lo más absurdo que se puede hacer sea contraponer el maderismo con los programas educativos de los años 30 en México, cuando el país se encontraba en una situación completamente diferente (se había vivido no sólo un terrible movimiento armado, sino la espantosa guerra cristera) y tenía nuevas aspiraciones y objetivos. En pocas palabras: no tiene nada que ver una cosa con la otra. Inferir, por lo tanto, que el Lic. Bassols y el Mtro. Lombardo Toledano eran “enemigos de la revolución maderista” es absurdo y es un non-sequitur colosal, poco digno en verdad de alguien que se supone que llevó por lo menos un año de lógica en la universidad. Yo infiero que el Lic. Bassols, al igual que el Mtro. Caso, habría podido enseñarle a Hurtado a extraer lo implicado en las premisas, pero no ahondaré en el tema. Me es suficiente con hacer ver que hay mala fe en la “argumentación” de Hurtado.
Tercero, Hurtado no parece haberse enterado de que el Lic. Bassols no tuvo formalmente mucho que ver con lo que se llamó la ‘educación socialista’ y no porque no simpatizara con un proyecto así, muy de la época dicho sea de paso, sino porque cuando se implantó él ya no era Secretario de Educación. Es altamente probable que Hurtado se haya confundido y haya mezclado el tema de la educación socialista con el muy grave conflicto que llevó al Lic. Bassols como Secretario de Educación a chocar con el retrógrada clero mexicano, el cual manipulaba a las asociaciones de padres de familia, por haber implantado lo que se denominaba la ‘educación sexual’. Sería bueno que Hurtado, quien supuestamente investiga el pasado ideológico reciente de México, se informara en serio sobre la reforma educativa implementada por el Lic. Bassols desde la Secretaría y con el ejemplo, una reforma alabada por más de algún historiador (algunos de ellos extranjeros) y sobre todo, que recabara datos sobre lo que era la educación en México y sobre cómo y quién la impartía previamente a la labor desarrollada por el Lic. Bassols desde la Secretaría. Es de suponerse que él, que es “fan” de Vasconcelos (“el gusto se rompe en géneros”, como dicen), debería poder hacer un trabajo comparativo objetivo e iluminar a su público. Por ahí le recomiendo el librito de S. Novo, “Jalisco-Michoacán”, el cual quizá podría serle útil. A ver si todo ello le infunde un poquito de perspectiva histórica, que buena falta le hace.
Cuarto, es lamentable tener que constatar que le falta a Hurtado familiaridad con la vida intelectual del México de los años 30 y 40. Si no fuera así, él sabría que ese distinguido Secretario de Educación al que alude, esto es, Jaime Torres Bodet, era un individuo que aunque ciertamente no comulgaba con la perspectiva progresista del Lic. Bassols, de todos modos lo admiraba y respetaba profundamente. De hecho se tuteaba con Doña Clementina Batalla, esposa del Lic. Bassols. Ni mucho menos es descabellada la idea de que el libro de texto, que Torres Bodet hizo realidad cuando fue Secretario de Educación, a finales de los años 50, está inspirado en mucho de la labor educativa del ministro Bassols. Las contraposiciones y contrastes fáciles que tanto gustan a Hurtado, para lo cual lo único que se requiere son etiquetas y clichés, lo único que logran es enturbiar el pasado del país y claramente se fundan en un soberbio desconocimiento de primera mano de muchas personas y situaciones, pero revelan también la presencia de otros factores que es imposible no percibir. Por eso yo me pregunto: realmente ¿para quién escribe Hurtado?¿Qué persigue? ¿Con quién quiere quedar bien? La verdad es que preferiría no entrar en detalles, pero sí me resulta imposible no decir unas cuantas palabras sobre tan escabroso tema.
4) Debo reconocer que si tuviera por la fuerza que elegir entre leer un artículo de Ricardo Alemán y uno de Guillermo Hurtado creo que sin mayores titubeos elegiría uno del primero. Por lo menos en ese caso uno ya sabe qué esperar; más aún, ya se sabe que no hay ninguna reflexión seria de por medio sino mera labor de zapa del más burdo nivel. Pero debo reconocer que Hurtado es desconcertante. En lo que a mí concierne, no me resulta fácil combinar su formación con productos tan desesperadamente banales y vacuos como su artículo sobre “queremos vacaciones”, su loa a uno de los presidentes más execrables y detestados de todos los tiempos, i.e., Miguel Alemán Valdés, el uso personalizado que hace de una columna de un diario de distribución nacional, la presentación de pequeños panfletos sobre temas de interés académico pero que no podrían nunca adquirir el status de artículos en revistas profesionales. Sólo eso basta para que uno se desinterese de dicha “producción” y no habríamos pasado de ahí. Pero cuando Hurtado mediante comparaciones amañadas, recurriendo a formas de presentación tendenciosas, intenta (a final de cuentas, sin lograrlo) manchar la reputación de la poca gente verdaderamente ilustre que ha dado este país, entonces nos vemos forzados a volver a leerlo y a responderle. Muchos en el medio sabemos qué clase de motivaciones tiene Hurtado, de cuán delirantes pueden llegar a ser sus aspiraciones a hacer una carrera de administración académica y es imposible no vincular todo eso con lo que afirma en el periódico en el que escribe. Hurtado ha de pensar que bien vale París una misa y que si por un poquito de amarillismo politiquero, de difamación velada, de tergiversación ad hoc queda bien con alguien bien ubicado y que (por las razones que sean) quiere ver publicado lo que él firma, entonces se vale, es legítimo. El problema es que es difícil ocultar motivos y propósitos. Como por casualidad, los escritos de Hurtado siempre concuerdan con la línea que automáticamente se marca desde los puestos de poder, académico o de otra clase. Lo irónico es que es altamente probable que Hurtado se engañe, porque lo que México necesita es justamente lo contrario, es decir, gente que piense libremente, que sea crítica de nuestras instituciones, de las políticas que se imponen. México no necesita sofistas, intelectuales a sueldo, sino espíritus libres, gente genuinamente preocupada por el destino de este pueblo golpeado y mancillado una y otra vez, gente que realmente se preocupe tanto por nuestro pasado como por nuestro presente y nuestro futuro, gente que tenga motivaciones impersonales. Es precisamente en pretender denostar a personas que trabajaron denodadamente para este país, que entregaron su vida por él en circunstancias muy adversas y ciertamente muy diferentes de las agradables circunstancias que a Hurtado le tocó vivir que consiste el anti-nacionalismo intelectualoide de nuestros días. Pero que ni Hurtado ni nadie se olvide de que, en última instancia, no fueron los sofistas sino los Sócrates y los Platones quien pasaron a la historia y si tuviéramos eso en mente no tendríamos que estar haciendo aclaraciones como las de esta un tanto forzada y precipitada contribución.