Necesito empezar este artículo haciendo una confesión: uno de los problemas que más me agobian semana a semana no es no tener algo que decir sobre el tema que elija, sino tener un tema sobre el cual decir algo! ¿Por qué?¿Acaso no se nos satura todos los días con multitud de noticias de toda índole y no hay en los periódicos o en los noticieros un sinfín de temas que pueden dar lugar a algunas reflexiones serias? La respuesta es que el panorama es un tanto engañoso. Nuestro acceso a la realidad política se efectúa vía periódicos y noticieros y éstos son incontables, pero la verdad es que no sería incorrecto decir son obsesivamente repetitivos y que, con algunas excepciones, están momificados. La prensa internacional tiene ya pre-programadas sus clasificaciones: mundo, moda, deportes, política nacional, etc., y hasta dentro de sus grandes rubros ya hay sub-categorías más “especializadas”. Por ejemplo, está la categoría de “noticias internacionales”, pero dentro de esta tenemos rubros como:
a) la intervención rusa en todos los procesos electorales de los países, pero en particular en la última elección presidencial de los Estados Unidos. Cuando uno pregunta cómo tomó cuerpo dicha “injerencia”, las respuestas en general van de la estupidez mayúscula a la mentira descarada. Uno no puede menos que preguntarse si hay en el mundo algún pueblo tan idiota que se deje manipular porque en algún portal le proporcionan alguna verdad que su prensa le oculta. Independientemente ya de la veracidad del asunto, lo seguro es que tenemos para rato y de aquí a las próximas elecciones presidenciales de los USA el año entrante vamos a seguir siendo alimentados con la carroña periodística de la “intervención de Putin para destruir la democracia norteamericana”. ¿Sería sobre esta basura propagandística de la peor calidad que habría que escribir algo?
b) La apología eterna de Israel, la iniquidad de los niños palestinos y el peligro que éstos representan para los tanques y los aviones supersónicos israelíes. Ya se habla abiertamente del “terror infantil palestino” y ya nos sabemos de memoria las justificaciones de los asesinatos cotidianos de niños y jóvenes, en manifestaciones o regresando del trabajo a sus casas. Esta actitud permea prácticamente todos los periódicos más o menos conocidos del mundo occidental. Podemos señalar los vicios de estas presentaciones no meramente tendenciosas sino abiertamente deformadoras de la realidad que se vive en Palestina, pero tendríamos que escribir sobre eso todos los días y ello no es factible. Ya hay un periódico que hace eso y que ampliamente recomendamos (The Electronic Intifada), pero salvo por situaciones que rebasan los límites de lo excepcional no se puede todas las semanas escribir sobre el tema.
c) El heroísmo de los soldados norteamericanos. Así peleen con el mejor armamento frente a gente que está a años luz de disponer de un armamento mínimamente parecido, no digamos ya equivalente, nos topamos en todos los contextos con la exaltación de la brutalidad de los militares norteamericanos. Podríamos hablar de, por ejemplo, la lucha contra el terrorismo de los niños guatemaltecos y salvadoreños que se proponen invadir el territorio de los USA. ¿Tiene mucho sentido pronunciarse sobre hechos que todo mundo sabe que no son como nos los pintan? Como la crisis va a durar mucho tiempo, tendríamos que estar refiriéndonos a ella semana tras semana y ello no es factible.
Si de México se trata, entonces sin duda hay dos grandes rubros que recogen lo que se ha convertido en algo así como el deporte periodístico de moda. Son:
a) el ataque al gobierno del Lic. Andrés Manuel López Obrador o ¿hay algo distinto en los artículos de editorialistas como Loret de Mola?¿No es lo que él escribe la misma gata revolcada una y otra vez? Con toda franqueza: ¿qué interés puede tener leer eso o, peor aún, polemizar con eso? Eso equivaldría a promoverlo, cuando no hay nada que promover en esos bodrios malintencionados. Quien leyó a Loret de Mola una vez ya lo leyó para siempre y no se le puede dedicar tanto tiempo. Es un despilfarro de vida! Comprar su obsesión, discutir su tema se vuelve algo extremadamente aburrido y ciertamente no es para aburrir a nadie (el autor incluido) que uno intenta redactar algunas líneas con cierta regularidad.
b) El segundo tema que ocupa grandes bloques en la prensa cotidiana es el de la crítica sistemática de hombres de Estado que desde la perspectiva imperante resultan ser políticamente incorrectos, como los presidentes Nicolás Maduro y Evo Morales o el líder norcoreano Kim-Jong-un, no hablemos ya del “dictador” Fidel Castro, el único personaje político del que en mi humilde opinión podríamos decir con verdad que de alguna manera su país “le quedó chico”. Lo que en este como en el anterior caso encontramos es una cantidad fantástica de calumnias, desinformación sistemática, ocultamiento de datos relevantes, parcialidad total y descarnada, etc. Se puede discutir el tema una, dos, tres veces, pero la prensa lo hace a diario. ¿Vamos nosotros a seguir su ejemplo?
Claro que no, pero ello tiene una implicación: si es ese el material que los medios de comunicación ofrecen, nos vemos forzados a olvidarnos de los temas, por así decirlo, cotidianos que, como es natural, son temas que de una u otra forma interesan a las personas. Pero con esto justifico de alguna manera mi confesión, a saber, que no es fácil encontrar un tema que sea de interés público y que no sea propiedad privada de los periódicos y noticieros. Y por si fuera poco, en general todo lo que éstos nos reportan es horrible. Mejor abandonemos (por lo menos momentáneamente) los temas “mundanos”. Quizá podamos aprovechar mejor nuestro tiempo y nuestra energía intelectual, valga ésta lo que valga.
Hay una temática que por razones obvias me interesa, intriga y preocupa cada vez más pero que también creo que es de interés general, a saber, la vejez. Es sobre esta cuestión que quisiera meditar un poco y divagar al respecto.
Hay en relación con la vejez multitud de preguntas importantes, pero me parece que si a lo que aspiramos es a un cuadro mínimamente coherente del tema, lo primero que hay que determinar son los enfoques posibles de la cuestión y me parece que hay dos que, básicamente, son complementarios:
a) el enfoque objetivo o externo y
b) el enfoque subjetivo o personal
El enfoque objetivo abarca lo que sobre el envejecimiento y la vejez tienen que decir la medicina (digamos, la biología del cuerpo humano) y la situación social del hombre de edad avanzada, dentro de lo cual incluyo el comportamiento, las reacciones, el trato, etc., que recibe de las personas y las instituciones. Esto último, como es bien sabido, cambia de cultura en cultura y da una idea de lo complejo que es el tema. El enfoque subjetivo concierne más bien a las vivencias de la persona, a sus reacciones frente a los estímulos que la afectan, a su propia evaluación de su vida. Por otra parte, preguntas que exigen una respuesta son preguntas como:
a) ¿cómo caracterizar la vejez? ¿Qué es ser, cuándo se es un viejo?¿Es la vejez un estado puramente físico?
b) ¿Cómo se debería vivir y enfrentar el proceso de envejecimiento?¿Se puede ser viejo y feliz, en cuyo caso, qué o cómo es una vejez feliz?
Intentemos responder a estas preguntas desglosándolas lo más que podamos.
Tal vez lo primero que habría que decir es que tenemos que distinguir entre la vejez y el envejecimiento. La vejez es un estado, el envejecimiento un proceso. Uno se va haciendo viejo, pero eso pasa en un periodo que, aunque ciertamente no rígidos ni nítidos, tiene bordes. En ese sentido, el concepto de vejez es como el de calvicie y lo más absurdo que podría hacerse sería tratar de imponer límites como se le pone al concepto “triángulo”. Con los conceptos que se aplican a la vida no se puede proceder matemáticamente. Consideremos entonces la vejez y el envejecimiento desde la primera de las perspectivas mencionadas.
Para la caracterización de lo que es ser viejo disponemos de criterios científicos. Una persona ya empezó a hacerse vieja cuando empieza a presentar un número cada vez mayor de disfunciones físicas y orgánicas (fisiológicas, neurológicas, etc.). El proceso es obviamente lento y acumulativo. Fueron quedando atrás la vitalidad, la energía, el ímpetu de los años mozos. El viejo es una persona que tiene que ir aprendiendo a vivir de otro modo de como lo había venido haciendo. Ahora hace las cosas más lentamente, sus sentidos se deterioraron (tiene la vista cansada, oye mal, etc.), los músculos se van haciendo flácidos y así indefinidamente. Todo eso es, por así decirlo, objetivamente medible. Ahora bien, el proceso físico de envejecimiento es sin duda una condición necesaria para ser viejo, pero ¿es también suficiente? Ello es debatible, porque paralelamente al envejecimiento físico se lleva a cabo también otro proceso que es la evolución de, por así llamarla, la vida interior del viejo. Por razones obvias, los márgenes del tiempo se modificaron y hay un sentido en el que el límite futuro del viejo se va aproximando al presente hasta que, en la muerte, presente y futuro colapsan el uno en el otro. Pero intuitivamente una caracterización puramente física de la vejez es insuficiente, porque un viejo no es sólo alguien que produce menos testosterona, a quien se le cae el cabello, etc. Esos son síntomas inequívocos de vejez, pero la vejez misma parece ser algo más complejo. La caracterización de la vejez no puede reducirse a un mero deterioro orgánico. Entran en juego factores de otra índole, como mentales y hasta culturales. Después de todo, como ha sucedido con la niñez, se ha caracterizado como “viejo” a personas de distintas edades, dependiendo de múltiples factores. Por lo tanto, la vejez no es una mera acumulación de años. Hay más cosas que decir al respecto.
Físicamente, el envejecimiento es el proceso que lleva de la última etapa de la madurez a la muerte y la vejez es el estado en el que uno se encuentra mientras dura ese proceso. Se es más o menos viejo. Lógicamente, los primeros o principales o más inmediatos problemas del anciano son físicos: dolores, impedimentos, restricciones, achaques, etc. Pero este es sólo un aspecto del fenómeno de decadencia de la persona. Hay dos más, dignos ambos de ser examinados: la evolución mental del viejo y su situación en el entorno social (familiar e institucional, básicamente)
Como es bien sabido, el Gral. Álvaro Obregón, quien tenía muy buenas puntadas, solía decir que los niños hablan de lo que hacen, los viejos de lo que hicieron y los “tarados” (empleaba otra palabra) de lo que van a hacer. Obviamente, al hablar de los “tarados” él aludía a la gente metida en la política y que hace públicos sus objetivos y sus planes en un entorno en el que mientras mayor sea la secrecía, mejor. A mí me parece que su dicho es acertado en lo que a tontos (en su sentido) y niños concierne, pero en relación con los viejos me parece cuestionable o, mejor dicho, en el mejor de los casos sólo parcialmente verdadero. Es cierto que el anciano tiende a hablar de lo que hizo, de lo que le pasó, de lo que lo impactó, etc., pero también es cierto que su vida mental se va concentrando cada vez más en el presente. Para empezar, la memoria del viejo también languidece, pero lo hace de manera curiosa, porque el viejo tiende a olvidar lo que acaba de pasar, pero en cambio eventos que fueron cruciales en su vida mucho tiempo antes, situaciones que lo impactaron quedaron indeleblemente registrados y es sobre ellos que regresa una y otra vez. La memoria, como bien nos lo recuerda Schopenhauer, es présbita: el viejo no se acuerda de lo que dijo o pasó hace cinco minutos, pero en cambio recuerda con nitidez sucesos cruciales de su vida de niño o de joven que tuvieron lugar medio siglo antes. Pero entonces ¿de qué pasado va a hablar si a menudo ni siquiera se acuerda de que hay que acordarse de algo? Por ello, sostengo, la vida del viejo se concentra cada vez más en el presente. Lo que realmente le importa al individuo de edad provecta es lo inmediato: cómo se va a tapar para no tener frío o calor esta noche, si va a poder comerse ese chocolate que tanto se le antoja hoy, si no le van a gritar o lo van a maltratar ahora que está completamente desprotegido y a merced de otros (la nuera, los nietos, los ingratos, etc.). Después de todo, no siempre elude uno lo que podríamos llamar la “justicia familiar”. Es ese un tema delicado y complejo que merece ser tratado con sumo cuidado, por lo que no ahondaré en él.
Como nadie sabe cuándo va a morir y podemos morir en cualquier momento, salvo en casos excepcionales nadie prepara su muerte. Ni el niño ni el joven ni el hombre maduro piensan en que sus existencias tienen límites y, a decir verdad, no tendrían por qué hacerlo. En esto sin duda alguna Spinoza tiene toda la razón cuando en su famosa Ética – Demostrada según el modo Geométrico afirma que la reflexión del hombre (él habla del “hombre libre”, en un sentido técnico, pero para nosotros su pensamiento sigue siendo útil aunque lo empleemos de otra manera) es siempre una reflexión sobre la vida, no sobre la muerte. Y eso es innegable si por ‘hombre’ entendemos gente joven o inclusive madura, pero la razón es obvia: su horizonte temporal es todavía extenso, es decir, ellos todavía pueden hacer planes, pueden querer volverse a casar y volver a tener hijos, sembrar árboles o seguir produciendo (libros, música, cuadros, etc.). Pero un hombre de 80 años ya no tiene (en general) semejantes aspiraciones. Dadas sus limitaciones físicas y su dependencia vital, su mundo tiende a circunscribirse al aquí y al ahora. Pero precisamente por ello, cuando se está en el flujo de la vida no se piensa en sus últimas etapas. Sería patológico hacerlo. Un joven que en plenitud de forma pasara su tiempo pensando en cómo va a morir sería obviamente alguien con graves problemas mentales. Pero entonces, una vez más, como nadie piensa en la muerte cuando piensa en la vida, nadie prepara su muerte. Pero ¿qué sería preparar nuestra muerte?
Para que la pregunta tenga algún sentido tenemos que interpretarla no como inquiriendo si podemos imaginar algún mecanismo para eludir la muerte. No hay nada más fatuo que eso. La idea de un elixir de vida eterna no pasa de ser una fantasía filosófica semi-aberrante. Por lo tanto, cuando hablo de “preparar nuestra muerte” aludo más bien a un modo de vida, a como se fue en la vida de manera que a final de cuentas uno no haya predispuesto a nadie en su contra, sobre todo si es alguien de quien uno puede llegar a depender en algo, para que cuando uno se encuentre en los momentos últimos de dependencia y a merced de los demás no sea uno objeto de violencia o escarnio. El viejo es vulnerable y ello en más de un sentido. Primero, físicamente, por su debilidad; segundo, porque más que personas de otra edad está expuesto a los más bajos deseos y caprichos de la gente de su entorno. Después de todo, no hay nada más fácil que anteponer los valores, principios, deseos, impulsos y demás de uno a los del viejo (independientemente de que sea el padre, la madre, el abuelo, etc.) y al hacerlo automáticamente se le devalúa. Curiosamente, es muy fácil no incurrir en ello. Lo único que se requiere es querer a la persona y al quererla se antepondrán sus intereses a los de uno en lo que a ella le conciernen, desde luego. Pero por ello, el viejo es particularmente sensible a una peculiar forma de dolor, que es el inmenso dolor que causa la ingratitud. Desde luego que ésta se puede sentir en todo momento a lo largo de la vida, pero en la vejez es particularmente dolorosa, porque ya no hay forma de superarla. Amargarle la última fase de la vida al viejo es muy fácil: basta con ser ingrato. De ahí que lo que el viejo más espera sea vivir su presente de senilidad envuelto en una atmósfera de amor. “No papá, no te levantes: yo te lo llevo!”, “No te preocupes. Duérmete. Dame la mano. Yo aquí estoy contigo!”. Imagino que frases así son música celestial para el viejo.
¿Hay acaso una vejez feliz?¿Su puede ser viejo y feliz? Pienso que es difícil, pero en principio factible. Es difícil, porque la vida del viejo es muy visitada por el dolor. Una persona de edad avanzada que conocí solía decirme, apuntando a sus problemas físicos y a sus dolencias. “La vejez no viene sola”. Así es. Envejecer no es nada más acumular años. La acumulación de años acarrea consigo el deterioro físico con el que de ahí en adelante se tiene que vivir. Los problemas del viejo no tienen curación; para ellos hay sólo paliativos. A pesar de ello, sin embargo, sí creo que puede haber una vejez feliz, pero no quiero con ello decir una etapa de la vida que presupone, requiere o coincide con una situación de bienestar material. Lo material para el viejo es un asunto de segundo orden. Quizá sea mejor ser viejo rico que viejo pobre, pero es perfectamente posible (y de hecho así sucede) que haya viejos pobres más felices que viejos ricos. Negar eso es como pretender tapar el sol con un dedo.
La reflexión sobre la vejez emerge de una cierta necesidad de hacer cuentas, de hacer balances, de evaluar nuestra propia existencia. Aunque rara vez sea así, la etapa de la vejez puede llegar a ser la etapa de la genuina auto-crítica, si bien se trata de una auto-crítica que ya no tiene efectos prácticos. “Hice mal en haberle hecho daño a esa persona. Nunca me hizo nada, pero me caía mal y por eso le arruiné su existencia. Que Dios me perdone!”. Eso podría llegar a decir un viejo reflexivo y que no nada más se mantiene en el ser. El problema es que en general los viejos no son muy proclives a hacer balances de esta clase, que de una u otra forma se hacen, por lo que a menudo son otros quienes terminan haciéndolos por ellos. Son, por así decirlo, sus biógrafos. Preparar su muerte entonces es en algún sentido elegir los datos para la biografía que habrá de narrarse.
¿Cómo se debe envejecer? Yo creo que no hay una única respuesta, pero hay ciertas constantes. Pienso que la mejor vejez exige mucha valentía y la verdad es que no parece haber mucha gente que cumpla con este requisito. Podría sostenerse que el viejo feliz es el que poco a poco fue aprendiendo a, por así decirlo, despersonalizarse, a interesarse cada vez menos por lo que le concierne y cada vez más por lo que pasa en el mundo. Pero esta “propuesta” me parece un tanto fantasiosa, porque interesarse cada vez más por lo que pasa en el mundo, por el futuro de la humanidad, etc., es algo que inevitablemente nos hace caer en el peor de los pesimismos. Nadie nos va a convencer de que después de que muramos los miles de millones de personas que seguirán poblando el planeta súbitamente estarán bien, comerán lo que necesitan, no se maltratarán unos a otros, etc. Y eso, el viejo lo sabe, sencillamente no es cierto. Por lo tanto, es comprensible que una perspectiva así más bien lo inquiete, por no decir lo angustie. Aunque no pueda modificar en nada la realidad mientras uno vive, la idea de dejar todo como está es sofocante. Es imposible no inquietarse por lo que será de los hijos o de los nietos, por lo que será de los vecinos, de la gente del barrio, del pueblo de a lado y de los millones que no conocemos. Despersonalizase, por lo tanto, si bien es laudable moralmente nos genera inquietudes y no es eso lo que el viejo busca. El problema es que la inversa tampoco es particularmente atractiva: aferrarnos a lo nuestro, a nuestras propiedades, bienes materiales de toda índole, nos angustia por igual. ¿Qué va a pasar con mis casas, mis autos, mis caballos, mi emporio? Pasar por eso debe ser un tormento terrible. Infiero que la clave para la vejez feliz es la vida (o lo que va quedando de ella) en un entorno grato. El mundo externo, inmediato o no, poco a poco se va desdibujando. En circunstancias así, el trato afectuoso se vuelve decisivo porque es lo único que puede generar en el viejo la sensación de ser útil y de no haberse convertido (o haber sido convertido) en un mero ornato o, peor aún, en un lastre.
Sin duda alguna, el tema se presta para una disertación de mucho mayor envergadura, pero como aquí tenemos que ponerle un término quizá podamos a manera de conclusión extraer la idea de que forma parte de una vejez feliz dejar de ver noticieros y de leer la prensa. Me pregunto: ¿significará eso que digo que mi proceso de envejecimiento se está acelerando o inclusive que ya estoy hundido en él? Invito al lector que se plantee estas preguntas y a que se dé a sí mismo sus propias respuestas.
Que bien que estas de regreso, sin dejar de actualizarnos sobre los temas de moda en nuestro país, invitas a una reflexión sobre un tema al que cualquier ser humano si tiene la fortuna de vivir largos años enfrentará, o bien en su entorno conoce, o ve llegar a esta etapa a amigos familiares., Asimismo creo que este gobierno generará espacios de atención integral para los ciudadanos en esta etapa de la vida