Mentiría si afirmara, aquí y ahora, que concordaba en todo o que me gustaba en forma irrestricta el programa de noticias conducido por Carmen Aristegui en MVS radio, oficialmente de 6 a 10 de la mañana. Ciertamente no es el caso. Hubo días en los que me quedé con la sensación de que el programa había tenido tintes amarillistas y hasta de mal gusto, como el caso de la anciana de Zongolica; tuve la impresión en ocasiones de que el repertorio de temas se estaba haciendo cada vez más estrecho y que no salíamos ya de los aburridísimos tópicos de elecciones, democracia, partidos y demás, temas quizá políticamente actuales, pero existencialmente mortales; me pareció que faltaba exposición y discusión de política mundial (Venezuela, Ucrania, Medio Oriente, etc.); asimismo, sentí (sobre todo de un tiempo para acá) que había un exceso de anuncios y me desesperaba un tanto que la conductora llegara casi a las 7.00 am, lo cual representaba, para nosotros los madrugadores, una hora casi perdida. De igual modo, las cápsulas “infantiles” de la red o la lista de nombres por los onomásticos siempre me generaron alguna clase de escozor. Pues con todo y eso sigo pensando que el programa de Aristegui era, en su género, el mejor de la radio en México. Se sigue lógicamente que su supresión, planeada o no, constituye un golpe al público nacional, al hombre de la calle que ansía encontrar un programa con el que no se le embrutezca más, al hombre sencillo al que se le quita el único programa de análisis político serio que había en el espectro de la radio y la televisión (supongo que nadie en sus cabales querrá llamar ‘análisis político serio’ a las charlas de bar a las que someten a sus respectivos públicos cautivos las televisoras, con la obvia excepción del programa de Porfirio Muñoz Ledo) en el que se decía algo que no representara puntos de vista oficiales, en el que no se elevaban críticas que más bien son como burlas por lo inocuo y lo superficial, defensas descaradas de intereses creados y fácilmente identificables, todo ello desde la perspectiva del lenguaje coloquial y carente por completo de cientificidad, tal como ésta toma cuerpo en discusiones de politología. En su programa, Aristegui no se presentó nunca como haciendo ciencia política, pero de inmediato podía sentirse que detrás de esa voz había alguien que sí fue a la universidad. Pues eso precisamente fue lo que nos quitaron, con lo cual se incrementó en un grano de arena más el descontento y el resentimiento populares hacia gobernantes y oligarcas.
El programa de Aristegui se presentaba como un noticiero, pero la verdad es que fue rápidamente evolucionando para convertirse en un programa de análisis político. Aristegui (a quien no tengo el gusto de conocer) adquirió renombre precisamente porque en su programa no se hacía lo que en prácticamente todos los demás: refritearse noticias y seguir directivas. Es obvio que, gracias a su estupenda preparación, Aristegui podía interrogar a miembros de la Suprema Corte, a gobernadores, a políticos y a gente destacada, siempre haciendo preguntas y observaciones pertinentes, siempre incisiva y hasta mordaz. Por otra parte, Aristegui, con su ejemplo, le dio una lección de honor y respeto por uno mismo a sus competidores, dizque académicos venidos a locutores (en el mejor de los casos) y dispuestos a todo con tal de seguir percibiendo las jugosas quincenas que es plausible pensar que reciben. Por lo que puede observarse, Aristegui, convirtiéndose en un emblema de dignidad y profesionalismo, siempre tuvo su renuncia lista. Es obvio que ella no estaba ahí para cobrar un salario. Que ella misma estuviera ligada a intereses es tan inatacable como en el caso de … y de … y de … y así ad nauseam. Es legítimo y tenía derecho, como todos los demás. Con eso no se rompe ninguna regla. Pero el punto importante es que, inclusive admitiendo que ella estuviera ligada a algún potentado o a algún magnate, difícilmente podría sostenerse que su trabajo se veía afectado por ello. De hecho por esa actitud se ganó la admiración de amigos y el respeto de sus competidores, en general muy inferiores en fineza argumentativa. Una prueba de eso es que ella es de las pocas periodistas mexicanas que han trabajado como entrevistadora en CNN. Si esa agencia de información y Carmen Aristegui coinciden en posiciones políticas o no es algo que, por lo menos al ojo externo, es imposible determinar, porque ella es una periodista profesional, no una amateur, una improvisada, una arribista. Y de eso hay tanto …!
El conflicto con la estación MVS Radio tiene todas las apariencias de un conflicto artificial. Si ello es así, como todo parece indicarlo, lo que se le puso a Aristegui fue una celada. Es difícil creer que la decisión de los dueños de la estación, los hijos del millonario Joaquín Vargas, de desprenderse de la conductora del programa de carácter político más escuchado en México haya tenido una causa interna. En este como en muchos otros casos, las apariencias son la realidad y lo que las apariencias dicen es que se trató de un castigo. Aristegui, con la audacia que la caracteriza, se atrevió a dar noticias y a hacer señalamientos importantes e inusitados en un país de borregos en el que se nos pretende hacer creer que porque se bala ‘democracia’ a diestra y siniestra automáticamente se goza de las ventajas de un país realmente democrático. Aquí tenemos una demostración palpable de que en lo que nosotros vivimos es en el país de la pseudo-democracia vociferante. Qué tan caro haya la estación de radio vendido a Aristegui, es decir, a cambio de qué prebendas, negocios, licitaciones o exenciones de impuestos es algo de lo que, obviamente, por el momento no nos vamos a enterar. Tendremos que esperar un poco más de tres años para que empiecen a emerger del lodazal de la vida pública algunas verdades que harán que nos estremezcamos. Por el momento, como siempre en este país, a lo que el ciudadano de a pie habrá de enfrentarse será un muro de silencio, decenas de chismes regados por todos los medios para desorientarlo (tácticas de desinformación) y desde luego a todo lo que haya que hacer para que no se le recontrate y vuelva a salir al aire. Pero va a ser difícil que MVS radio recupere su audiencia. No es ciertamente con las banales (y en ocasiones filosóficamente absurdas) cápsulas de Gaby Vargas como se va a recuperar el público que ya desde hoy dejó de sintonizar la estación. Es verdad: perdimos a Aristegui, pero ganamos una estación de música estridente, de programas frívolos y estériles, de más basura radiofónica. ¿Quién quiere sintonizar MVS? Yo no y hasta donde logro percatarme prácticamente nadie. ¿Ya ven qué caro sale una voz independiente?
El punto siniestro en todo esto, desde luego, lo señaló Aristegui misma, cuando en su último o penúltimo programa, esto es, cuando ya el conflicto era abierto y se sentía que no habría solución, ella dijo (casi poéticamente) que había vendavales de autoritarismo en México, un regreso a prácticas pasadas que creíamos definitivamente rebasadas. Aquí tocamos el núcleo del problema. Suprimir el programa de Aristegui, mediante la estratagema que se quiera, es intentar volver a ponerle al pueblo de México una mordaza, es regresar a prácticas porfiristas (debidamente actualizadas), algo que se pudo hacer en alguna medida gracias a todos esos ideologuillos que no han parado desde hace varias décadas de resucitar al desalmado Cortés, al petulante y ambicioso Maximiliano, al criminal Porfirio Díaz, a quienes quisieron re-escribir la historia de México ensalzando a sus enemigos naturales en detrimento de sus héroes nacionales, como Juárez, Ocampo y Calles. Esa atmósfera intelectual de traición al país por parte de los oportunistas del momento (en economía o en política, en educación o en ecología) contribuye a la gestación de un médium que le facilita al Estado la toma de decisiones abiertamente anti-nacionales. Y aquí está el resultado, porque preguntémonos: ¿por qué realmente se acaba el programa de Carmen Aristegui?¿Por un conflicto que tiene una resolución jurídica evidente y fácil? No. El programa de Aristegui se acaba porque no se quiere permitir que en México se hable en voz alta, porque se quiere mantener a más de 100 millones de personas en la ignorancia y en la sumisión. Pero eso no va a ser posible, porque no nos vamos a quedar callados y a menos de que se transforme México en una inmensa cárcel o en una inmensa fosa común, la cultura de nuestros tiempos seguirá impulsando al ciudadano, cada vez con mayor fuerza, a decir lo que quiere, lo que piensa, a expresar sus aspiraciones. Lo realmente delincuencial es intentar acallar la conciencia de las personas. Lo veo difícil.
Hay por lo menos dos temas recientes (hay más, pero mencionaré solamente estos dos) sobre los que Carmen Aristegui no sólo con valentía sino con toda razón puso su vigilante ojo y exhibió en toda su obscenidad, Me refiero a la nominación del nuevo miembro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Eduardo Medina Mora, y el asunto de la así llamada ‘casa blanca’, esto es, la compra de la fastuosa casa en la que estuvo involucrada la esposa del presidente. Si todo ello responde o no a maniobras políticas es irrelevante, puesto que la periodista juega en concordancia con las reglas por todos admitidas en la actividad de difusión de la información. Lo que no se vale es la trampa, es decir, presumir que aquí se juega con ciertas reglas y luego ser el primero en suprimirlas. El asunto de Medina Mora es políticamente más escandaloso. El Lic. M. Bartlett escribió en el periódico El Universal un estupendo y contundente artículo al respecto, por lo que en cierto sentido Aristegui es simplemente un chivo expiatorio. Mucho me temo que México así lo entiende y entiende también lo que está sucediendo: se está construyendo el trasfondo adecuado para múltiples reformas constitucionales que están por realizarse. Cuando están en juego intereses tan grandes hasta la más modesta de las voces puede tornarse insoportable, sobre todo si es denunciante.
No siempre es así, pero a menudo el triunfo de una causa justa exige la inmolación de su portavoz. Si hay algo de lo que Aristegui es portavoz es de una de las causas más nobles y por las que más hemos luchado, en los más variados contextos, a saber, la libertad de expresión. Nosotros no queremos ni que se anule nuestra libertad de expresión ni perder a Carmen Aristegui. Por eso le deseamos un triunfo legal arrollador y que regrese pronto a una estación de radio digna, que se enaltezca dándole la difusión que merece y que todos requerimos, estemos o no de acuerdo con todo lo que ella afirma. De hecho, no sólo lo pedimos sino que lo exigimos. Por lo pronto, nos olvidamos de los noticieros, los programas de analistas, los entrevistadores (?), etc. No vamos a recibir ya información maloliente, filtrada, tergiversada, inútil. De manera que, parafraseando al Sub-Comandante Marcos cuando estuvo en Ciudad Universitaria, desde aquí te decimos:
Carmen Aristegui: Ciudad Universitaria te saluda!
Es obvio que la dimensión ‘superficial’ es la propia Aristegui, pues aunque nadie discute el agudo y refrescante ejercicio que ella y su equipo desempeñan, el sustrato es la despótica censura que los ‘poderosos’ intentan realizar. La forma es fondo. Y digo que lo intentan porque estos ciudadanos de a pie hemos dado micropasos para revertir algunos problemas. ¿Una primera dama dando pseudoexplicaciones en tv?, ¿un gobernador que tuvo que pedir ‘licencia’ ante la presión social? ¿se canceló una millonaria obra con hedor a conflicto de interés? ¡Bien! ya se logró eso. Y aunque no sea lo último por hacer, que no se nos olviden estos logros. Aristegui y su equipo representan esa opción y de alguna manera engrandecen nuestra libertad por eso mismo: por darnos opciones.
Sin lugar a dudas estamos ante un conflicto con dos vertientes, por un lado la censura, la cual es claramente el detonante de tanta molestia entre la sociedad (me incluyo), y cuyo carácter sí es público; por otro lado, el conflicto entre patrón y empleado, que es de carácter privado, pero viniendo de donde viene la orden del despido masivo, pues se vuelve público. Creo que el plantón en MVS, debió realizarse primero en Gobernación por obvias razones. He escuchado comentarios respecto a que Aristegui no daba eco a todas las notas que le llegaban, lo cual no me sorprende, pues seguramente escogía los temas, que por obviedad, generarían polémica y empañarían aún más al gobierno en turno y que para todos es nauseabundo, dándole a ella y su noticiero tintes de veracidad, valentía y transparencia. En fin, creo que nuestro gran problema es que volcamos toda nuestra esperanza en una sola persona que aparentemente nos decía la verdad absoluta. No estoy de acuerdo en su despido ni el de su equipo, obviamente por el origen del mismo y porque a pesar de muchas cosas, es de las pocas personas con acceso a un micrófono, que se atreve a enfrentar al gobierno, pero también debe estar consciente de lo que ello implica. La victoria (social y no legal), es de ella, pues su despido se da en momentos crispadísimos para el Gobierno Federal, que lo único que hacen es evidenciar la corrupta dictadura, en la cual vivimos.