Desde hace ya algún tiempo se ha venido haciendo del dominio público una gran multitud de documentos y de información en torno a lo que sería la verdadera personalidad de la expareja presidencial norteamericana, esto es, Barack y Michelle Obama. De él hacía tiempo que corrían rumores un tanto desconcertantes referentes a su pasado, a sus hábitos de juventud, a su conducta como adulto y desde luego como político, pero era natural pensar que todas esas historietas no eran otra cosa que chismes e infundios puestos en circulación por sus enemigos políticos. Se decía, por ejemplo, que había serios problemas con sus documentos personales (acta de nacimiento, pasaporte), los cuales nunca habían sido sacados a la luz pública. El mismo Donald Trump, durante su campaña, no tuvo empacho en públicamente acusar a Obama de ser el presidente menos transparente en cuanto a su vida personal en la historia de los Estados Unidos. Poco a poco, sin embargo, todos esos rumores se han venido reforzando y ahora circula una gran cantidad de datos sorprendentes sobre el pasado y la vida personal de Obama que ya no se puede tranquilamente ignorar o simplemente desdeñar. Por ejemplo, el pasaporte original de Obama deja perfectamente en claro que él no nació en los Estados Unidos. Al parecer su madre, de nombre ‘Ann Dunham’, siendo una teenager izquierdosa, se habría ido a radicar a Hawai, en donde supuestamente habría conocido a quien Obama dice que es su padre. El problema es que está prácticamente demostrado (y eso se constata además cuando se confrontan las fotografías de los interfectos) que el verdadero padre de Obama fue más bien un amigo de su mamá, a saber, un activista político de nombre ‘Frank Marshall Davies’. Es con éste y no con Barack Obama Senior que ella habría tenido a Obama siendo soltera. O sea, el padre biológico de Obama no es quien Obama dice que es. Se sabe, por otra parte, que por una serie de triquiñuelas administrativas, Obama pudo inscribirse y mantenerse en la Universidad de Columbia, en Nueva York, a pesar de sus no muy buenas calificaciones (algo que logró, según se cuenta, por estar inscrito como estudiante extranjero de intercambio). Es cierto que posteriormente él estudió derecho en Harvard, en donde enseñó alrededor de 10 años. Posteriormente pasó a Chicago, que es donde realmente empezó su carrera política. En 2004, Obama ganó un puesto de elección popular y se convirtió en senador por el partido demócrata. Para entonces ya había llamado la atención de importantes y muy efectivos operadores políticos, como David Axelrod, Valery Jarrett y Lester Crown, quienes al parecer coincidieron en ver en él al potencial primer candidato negro a la presidencia de los Estados Unidos.
De su juventud se sabe, como ya dije, que no fue un estudiante destacado, pero al parecer sí consumía cantidades considerables de mariguana y era muy fiestero. Esto pudo haber sido la regla para muchos jóvenes de la época, pero si lo que se cuenta de Obama es cierto lo menos que puede decirse es que él con mucho habría rebasado los límites de la decencia y de lo que pasaba por normal. Circulan ahora, por ejemplo, testimonios de gente que tuvo un trato íntimo con él y que lo describe de un modo que resulta hasta difícil de creer. Larry Sinclair, por ejemplo, quien en una audiencia pública reconoce ser homosexual, extraficante de droga, falsificador de cheques, de haber usado tarjetas de créditos robadas, de ser convicto y haber estado en la cárcel, declara haber conocido a Obama en Chicago, en 1999. Él cínicamente reconoce haber estado en busca de compañía masculina y entonces es puesto en contacto por un conocido común con el senador Obama mismo. De acuerdo con su relato, Obama por teléfono habría conseguido la cocaína que los dos, en la limusina rentada de Sinclair, habrían consumido, aparte de practicar felatio con él. Posteriormente, sin embargo, este sujeto habría iniciado un litigio en contra del senador Obama por hostigamiento y amenazas. Muchos datos se pueden añadir a la lista de los que ya disponemos, pero con toda franqueza no es la vida privada de Obama lo que me interesa. Lo que me incumbe es lo que su vida privada y algunos detalles que de ella se conocen dejan entrever acerca del modus operandi de la política en los Estados Unidos de hoy y en la orientación que se le está imprimiendo. Antes de abordar dicho tema, sin embargo, quisiera decir unas cuantas palabras sobre quien todos suponemos que es (o era, si es cierto que ya está en proceso su divorcio) la esposa de Obama, a saber, Michelle Obama.
Al igual que con Obama, ya hay mucha investigación sobre la niñez y la juventud de Michelle pero, al igual que lo que me pasa en relación con su marido, no es su vida privada lo que me atrae. Es imposible, sin embargo, no tocar ciertos temas que son ahora del dominio público. A decir verdad, el caso de Michelle me parece un poquito menos claro y quizá más el resultado de una manipulación y una construcción que el caso de Barack, pero de todos modos es muy difícil no tener serias dudas respecto a su persona cuando se examina el material que circula en internet. Lo que se dice y se intenta mostrar a través de todo un arsenal de fotografías, análisis anatómicos, videos, gestos, muecas, etc., es simplemente que Michelle Obama es un … transgénero! Lo “trasgénero” no tiene una única caracterización, pero en el caso de Michelle Obama lo que se quiere decir es simplemente que el sexo que oficialmente se le reconoce (i.e., femenino) no coincide con su conducta, su anatomía, sus reacciones. Dicho de manera breve, lo que se sostiene es ni más ni menos que Michelle Obama es un hombre. Habiendo sido ella hasta hace un mes y durante ocho años la primera dama de los Estados Unidos, un alegato como ese no puede ser simplemente ignorado, puesto que de ser cierto se trataría de un tremendo engaño y una increíble burla de los estadounidenses.
¿Cuáles son las fuentes de estas visiones de la ex-pareja presidencial norteamericana? Hay muchas, pero una de ellas fue quien tuviera en Hollywood uno de los programas de chismes, básicamente sobre actores y políticos, más populares en los Estados Unidos. Me refiero a la famosa Sra. Joan Rivers, Ésta se caracterizaba, como es bien sabido, por una personalidad mordaz y provocativa y era un personaje quizá más que respetado temido en el mundo de la televisión. Ahora bien, como se sabe, hay una veloz entrevista con ella en la que explícitamente describe a Michelle como transgenérica, dejando dicho sea de paso boquiabierto al periodista que le hacía la entrevista. Lo curioso del caso es que un par de semanas después de su temible declaración en público la famosa conductora de programas estaba muerta, dejando una herencia de cerca de 100 millones de dólares.
Nosotros, estando lejos y siendo totalmente externos al espectáculo político de los Estados Unidos, no podemos hacer otra cosa que tratar de obtener información generada y procesada allá. Los datos no los generamos nosotros; nosotros no somos ni pretendemos ser fuente de información. Lo que sí podemos hacer es reflexionar libremente sobre la información recabada y no cabe duda de que el escándalo que se está gestando en los Estados Unidos ante el descubrimiento de que Obama era un homosexual y Michelle una transgénero tiene que estar diciéndonos algo sobre lo que son los procesos políticos en ese país. Antes de emitir alguna hipótesis al respecto, sin embargo, quisiera considerar otro caso.
Diré, pues, unas cuantas palabras sobre el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Quizá debería empezar por decir que, dejando de lado las apariciones de Trump como candidato y como presidente, he visto algunos videos en los que él aparece. Concretamente, vi tres. A decir verdad, el señor Trump, porque eso es lo que era en los videos mencionados, me resultó simpático. La primera vez lo vi cuando lo entrevistaba un individuo sumamente turbio del cine, un sujeto que dirigió y actuó en una famosa película llamada ‘Borat’. Me refiero, claro está, a Sasha Baron Cohen. Sobre este último me voy a limitar a un par de datos por la sencilla razón de que es bien conocido, además de que no estoy interesado en ocuparme de él. Ahora bien, esta persona tenía en Inglaterra un famoso programa de entrevistas y estaba acostumbrado a poner a temblar a miembros de la Cámara de los Comunes, a artistas, etc., con preguntas insolentes, capciosas, tendenciosas, provocativas. Él mismo es un agente provocador, como todo mundo sabe. Pues bien, en el video que vi él pretende meter en su circo al Sr. Trump pero éste no se lo permite: tan pronto empiezan las preguntas ridículas, le desea suerte, lo saluda, se levanta y se va. A mí me cayó muy bien Trump en esa ocasión. Las otras dos veces que vi al Sr. Trump fueron una en la lucha libre y otra en una pelea de box por un campeonato mundial de peso completo. Él era el promotor en ambos casos. En el caso de la lucha libre, que en los Estados Unidos es todo un espectáculo, en un momento dado él mismo empieza a pelear con un luchador, se caen al suelo, él lo golpea o hace como que lo golpea, etc., etc., recibiendo los aplausos frenéticos de la audiencia. Quien ha visto alguna vez un show de lucha libre norteamericana entenderá que la participación de Trump era parte del espectáculo, independientemente de si el show mismo es o no un fraude total. Lo que nadie puede negar es que ciertamente es muy entretenido.
Lo que sugiero ahora es que consideremos de manera conjunta los casos mencionados, esto es, los de los Obama y el de Trump. Por un lado tenemos, si lo que se afirma es cierto, a una pareja totalmente fraudulenta, gente que se hizo pasar por lo que no era, que engañó descaradamente a la sociedad estadounidense (y al mundo) o, para ser precisos, que se burló durante ocho años ante todo del pueblo norteamericano. Según algunas fuentes, ni siquiera son de ellos las niñas a quienes presentan como sus hijas, sino de unos amigos muy cercanos y ciertamente no se les parecen. Dicho de otro modo, en los Estados Unidos habrían tenido como presidente durante 8 años a un homosexual y consumidor de cocaína, o sea, la droga por la que han obligado a que se entrematen poblaciones enteras de muchos países, por ejemplo en América Latina. Eso es un fraude total, una estafa imperdonable y que rebasa con mucho las fronteras y los intereses de los Estados Unidos. Por otra parte, me parece que se tiene derecho a preguntar: ¿ese personaje que aparece forcejando con luchadores profesionales (en un auditorio repleto de gente), revolcándose en el piso, es el presidente del país más poderoso del mundo? Confieso que me cuesta mucho asociar los dos roles. ¿Cómo nos explicamos estos casos?¿Qué nos dicen de los procesos políticos de los Estados Unidos?
A mí me parece que hay de entrada dos posibles líneas de explicación. La primera es rechazar la veracidad de la información en circulación y minimizar lo más que se pueda los casos: nada de lo que se afirma por aquí y por allá está probado, las escenas con Trump son perfectamente comprensibles (él era un empresario, estaba en su negocio, había que hacer ciertas cosas, etc.). En pocas palabras, no hay nada que explicar. A mí, lo confieso, esta primera línea de respuesta me parece superficial e inaceptable. El cuadro total que una respuesta así permitiría elaborar resulta a final de cuentas ininteligible, plagado de huecos explicativos e insatisfactorio intelectualmente. Opto, por lo tanto, por la segunda línea de respuesta que consistiría en aceptar como verídica la información, cada vez más completa, y en razonar tomándola como plataforma. Lo que vemos entonces es lo siguiente: en los Estados Unidos ya encontraron el mecanismo ideal para poner al frente del gobierno a personas que, por su pasado oscuro, son perfectamente controlables y manejables. Tienen que ser, obviamente, personas inteligentes, hábiles, audaces, que saben hablar y con muchas otras cualidades, pero eso no les quita su status de peleles. El punto crucial, por lo tanto, es que hay algunas personas en los Estados Unidos, ciertamente no muchas, que son quienes los eligen y los hacen llegar al puesto más alto. Lo que los casos de los Obama y de Trump ponen de manifiesto es que detrás del gobierno oficial de los Estados Unidos hay un gobierno sombra, un gobierno profundo, un gobierno secreto que es el que realmente decide, en función de sus intereses ocultos, quiénes son los candidatos, quién tiene que ganar y, desde luego, qué es lo que tiene que hacer quien gane una vez en la Casa Blanca. Es ese gobierno sombra el que fija la agenda política, militar, financiera, social, cultural, deportiva, etc., etc., de la presidencia de los Estados Unidos y, a través de ella, de un gran sector del mundo y es para alcanzar sus objetivos que necesitan a individuos como Obama y como Trump. Después de todo, es mejor tener a un drogadicto y a un buscapleitos como presidentes, puesto que son mucho más fácilmente chantajeables, manejables o manipulables que políticos más serios, más profesionales, un poco más idealistas quizá (pienso en alguien como Bernie Sanders, aunque si la hipótesis del gobierno sombra es acertada, ni Bernie Sanders ni nadie que tome parte en el juego político puede sustraerse al dinero del gobierno cuyo inmenso poder se deja sentir, pero no se deja identificar).
Si adoptamos la hipótesis aquí propuesta, entonces muchas cosas súbitamente se aclaran. Ahora entendemos por qué Barack Obama tenía que ser el primer presidente de los Estados Unidos en promover los matrimonios entre personas del mismo sexo, rompiendo con una tradición muy arraigada en ese país, es decir, yendo en contra de valores que se suponía que él iba a hacer respetar. Pero la promoción de la homosexualidad en los Estados Unidos, y por ende en el mundo, es parte de un programa que se echó a andar hace ya muchos lustros y que con Obama alcanzó su zénit. Podemos entender también el de otro modo incomprensible y a todas luces injustificado odio de Obama por Rusia y por su máximo dirigente, Vladimir Putin. Claro: Obama simplemente estaba siguiendo las directivas de los grupos realmente poderosos interesados en imponer a como dé lugar un “nuevo orden mundial”, pero que tenían (y es de esperarse que tienen) en Rusia a un opositor decidido e igualmente poderoso. Ahora podemos entender toda la política norteamericana de destrucción y muerte en el Medio Oriente. Obama lo único que hacía era articular dichas políticas, darles expresión, pero los objetivos mismos de dichas políticas no los fijaba él. Así, pues, de acuerdo con esta hipótesis, el presidente de los Estados Unidos es simplemente el lacayo de los ultra-poderosos y de los super-super ricos norteamericanos. Siendo coherentes con eso, creo que tendría que decirse que lo mismo vale, con las variantes que cada caso entraña, para Donald Trump. Todo su discurso en contra de los musulmanes, un discurso ridículo y sin fundamentos, está dirigido a preparar un escenario político y de guerra que es francamente espeluznante.
Y eso nos lleva entonces a examinar la situación actual y a interpretarla desde la óptica que hemos adoptado. La verdad es que lo que vemos es aterrador. Todo mundo puede darse cuenta de que muchas de las medidas del gobierno de Trump no tienen la menor justificación, aunque nos las repitan y escriban 1000 veces al día. Considérese, por ejemplo, la actual retórica militar norteamericana tendiente a convencer a todo mundo de que Irán es un peligro para la seguridad de los Estados Unidos. ¿Quién podría creer tan descarada mentira?¿Cerca de qué costas del continente americano están los submarinos o los portaviones iraníes que puedan amenazar el territorio yanqui? Ni un niño se cree semejante patraña. ¿Por qué el empresario de boxeo y lucha libre tiene desde hace meses un discurso de acercamiento con Rusia? La respuesta es obvia: la encomienda consiste en tratar a toda costa de contener a Rusia para tener las manos libres con Irán. Si para poder actuar libremente con Irán (esto es, destruirlo) hay que regalarle Ucrania a Rusia (habría que decir más bien “devolverle”, pero no entraré en el tema en este momento), pues hay que tenderle la mano, negociar con ella y proceder como se tiene planeado hacerlo. O sea, la política que el gobierno sombra le ordenó a Obama practicar, esto es, la política de la confrontación con Rusia, de las sanciones, del boicot, de la presencia militar en las fronteras, etc., ya no funcionó. Hay que cambiarla. Hay que optar, por lo tanto, por la negociación, el diálogo, las concesiones, etc., pero sin olvidar el objetivo central que es la destrucción de Irán. No se fueron a pasear al Océano Indico los portaviones norteamericanos. La consigna que viene de los amos del mundo es acabar con Irán al precio que sea. Trump lo único que hace es orquestar las órdenes que recibe de “más arriba”. Aquí la pregunta inquietante es: ¿hasta dónde están dispuestos a llegar y cuál podría ser el costo de ese capricho?
Sería conveniente tomar en cuenta, me parece, que los dirigentes de la República Islámica de Irán están perfectamente conscientes de lo que se avecina. Las declaraciones de Trump, completamente gratuitas, en el sentido de que Irán es el país terrorista más peligroso del mundo, son la indicación verbal indirecta de que Irán está en la mira de los militares estadounidenses. Por eso los militares iraníes han perfeccionado sus misiles, sus drones, su marina, etc. Por otra parte, es altamente dudoso, por no decir imposible, que Rusia se venda, que abandone por razones dizque pragmáticas a su mejor aliado y que renuncie a la columna vertebral de su política exterior, una política de contención de las agresiones norteamericanas. Éstas no paran. Todos los días, sin permiso del gobierno sirio, aviones norteamericanos bombardean poblaciones sirias y matan a decenas de personas en sus bombardeos. ¿Con qué derecho? Con el derecho que da la fuerza para diseñar provocaciones, para cometer crímenes contra la paz y crímenes de guerra. Yo sinceramente no creo que Trump sea más sagaz que Putin. El problema es que todo indica que los Estados Unidos ya se decidieron por la guerra. No es por casualidad (ni por el festejo de toma de posesión) que dentro de unos 10 días B. Netanyahu estará en los Estados Unidos. La visita de Netanyahu es exactamente una calca de la visita de Ariel Sharon a G. W. Bush y que sirvió para ultimar los detalles de la invasión a Irak (una vez más, una invasión completamente injustificada). No es por casualidad que los mandos supremos de la OTAN hacen todo el tiempo declaraciones beligerantes en contra de Rusia. Se trata de disuadirla a toda costa para que acepte la remodelación completa del Medio Oriente, empezando por la destrucción de Irán. El panorama ya está más o menos claro: son los Estados Unidos, la OTAN e Israel contra Rusia, China e Irán. Que no quepa duda alguna: se están poniendo las piezas en el tenebroso tablero de la guerra total.
El panorama delineado sólo cumple una función: sirve para hacer ver hasta dónde se puede llegar cuando la población (el pueblo) queda efectivamente al margen de las decisiones políticas, cuando las masas dejan de contar, cuando los procedimientos democráticos (elecciones, por ejemplo) fueron corrompidos, cuando se rompió el contacto entre la gente y su gobierno o, para decirlo de otra manera, cuando la gente dejó de tener su gobierno. Eso precisamente fue lo que pasó en los Estados Unidos. Cuando el poder es ejercido vía terceros, a través de alguien; cuando ya no se tiene que dar cuenta de nada, cuando ya no es necesario dar explicaciones y justificar decisiones; cuando los programas gubernamentales ya no están dirigidos hacia el bienestar de la gente, de la población, de nuestros congéneres, cuando el poder se ejerce desde la oscuridad; cuando todo eso sucede, entonces la humanidad pierde su status de fin último y se convierte en un objeto más de negociación, de compra y venta, en una vulgar mercancía. Cuando ya no tiene importancia si mueren o viven millones de personas, entonces la vida política empieza a girar en torno a planes demenciales de megalómanos desquiciados, de gente ebria de poder completamente desorientada, de gente que perdió ya el sentido de la realidad y que se cree Dios. Yo no tengo dudas de que esa gente volverá a poner los pies en la tierra, pero cuando ya sea demasiado tarde, cuando la destrucción toque a su puerta y entonces entienda, cuando ya todo esté perdido, que para lo único que sirvió fue para ser un instrumento en los planes de Satanás.