Objetivos Personales y Lucha Política

Las campañas políticas son interesantes y turbulentos fenómenos sociales que tienen al menos dos facetas. Por una parte, constituyen una especie de ring o arena en donde se da una enconada confrontación entre partidos políticos pero, por la otra, son también un espectáculo formidable para el observador externo. Nosotros, que estamos en la gradería, observamos la contienda desde lejos, puesto que no estamos personalmente involucrados en ella, pero ello nos permite contemplar y estudiar la conducta de los directamente involucrados en los procesos y que con toda su energía y capacidades (a menudo en déficit) se adentran en la lucha cotidiana. Eso, desde luego se explica de manera muy simple y es que sus intereses reales y su futuro están, como se dice, “de por medio”. En otras palabras, no vayamos a pensar que es el amor a México lo que motiva a la gran mayoría de los participantes en la lucha política que tiene lugar ahora en nuestro país puesto que, como sería razonable sospecharlo, más de uno estaría dispuesto a vender a México (con todo y población) con tal de alcanzar el éxito y la tan anhelada cima. Por otra parte, el fenómeno de las campañas políticas incorpora obviamente a muchas más personas que los políticos profesionales. Son parte de ella, agentes activos en ellas, los periodistas, los propagandistas oficiosos, los articulistas, los analistas de televisión, los locutores de radio, etc. Las campañas son como guerras entre ejércitos. No nada más hay infantería: hay aviación, servicios de espionaje, servicios médicos, operadores de comunicaciones, especialistas en transporte de armas y de tropas, toda una estructura militar en la que múltiples actividades son repartidas entre el personal en guerra. Ahora bien, uno pensaría que el símil de la guerra no es más que eso: un símil, un parangón, una metáfora. Después de todo, se supone que las campañas políticas se conducen en un marco de legalidad, de respeto mutuo, de apego a principios morales básicos, de respeto a la Constitución. Y es aquí en donde el ciudadano que espera precisamente eso se topa con realidades muy diferentes y muy desagradables, pues todo el tiempo se detectan anomalías, trampas, engaños y toda clase de tácticas sucias, que en ocasiones rayan en lo delincuencial, concebidas y aplicadas para desfigurar ideológica y políticamente al auténtico y único candidato del pueblo, esto es, el Lic. Andrés Manuel López Obrador. Las calumnias, las mentiras más descaradas, el cinismo y la hipocresía juntos, todo ello y más son no meros jinetes de un apocalipsis anunciado para un futuro incierto y distante, sino las plagas ya reales que nos atacan y carcomen el decisivo actual proceso político mexicano. No hay, pues, forma de escapar a la conclusión de que efectivamente estamos en medio de una guerra en la que los participantes luchan por objetivos distintos. Si nos atenemos a sus declaraciones, lo único que se puede inferir es que las motivaciones de unos son intereses sectarios y personales en tanto que lo único que percibimos en el candidato de la oposición son motivaciones realmente políticas. Esto explica la diferencia entre el discurso de la mayoría de los involucrados y el lenguaje político del candidato popular (de “ya saben quién”).

No hay duda de que el contraste que más resalta entre las intervenciones de los actores hoy hundidos en el proceso electoral es el que se da entre lo que el Lic. López Obrador dice y toda la clase de imputaciones, imprecaciones, improperios, acusaciones, tergiversaciones y demás con que lo intentan sepultar sus adversarios. Hasta dónde yo sé, al menos, López Obrador no se ha metido con la esposa de Meade ni con los casi norteamericanos hijos de Anaya y en cambio esos oradores improvisados no han cesado de meterse con la familia, con el modesto patrimonio, los ingresos, etc., del Lic. López Obrador. ¿Es cierto eso o estoy inventando? A guisa de ejemplos tenemos la tónica de los pronunciamientos del involuntariamente cómico (comiquísimo, en verdad) presidente del PRI, Enrique Ochoa Reza, quien alcanzando niveles inusitados de vulgaridad exigía a los cuatro vientos y en los tonos más demandantes posibles que el Lic. López Obrador “dijera de qué vivía”. Esa grotesca farsa agresiva terminó de sopetón, sin embargo, cuando en un debate televisivo que muchos disfrutamos Yeickold Polevnsky hizo público el hecho de que el dirigente del PRI tiene 200 concesiones de taxis en Monterrey! La verdad es que la reacción de Ochoa Reza fue sencillamente inolvidable: palideció, enmudeció, hizo una mueca inconsciente, mezcla inimitable de estupor, típica de las personas a quienes han atrapado in fraganti haciendo algo vergonzoso, con la boca abierta y casi babeando esbozó una especie de sonrisa de atarantado que expresaba a la perfección el deseo intensísimo de que se lo tragara la tierra. Resultado: cambió definitivamente de estrategia. Por lo visto, la mejor forma de educar y contener a contrincantes de esta calaña, esto es, a quienes entienden la polémica en política como un concurso de acusaciones personales, es sacarles sus trapitos al sol, lo cual es siempre factible. Lo triste es constatar que ese es el nivel del discurso político en México y debo decir que, hasta donde se me alcanza, el único que no funda sus alocuciones en consideraciones de esa índole es el Lic. López Obrador.

Que el nivel político es deplorable lo podemos demostrar cuando nos tomamos la molestia de examinar las acusaciones fundamentales en contra del dirigente de MORENA. Recordemos que además de los candidatos están los agentes a sueldo, periodistas inescrupulosos o académicos venidos a comentaristas televisivos que han convertido sus respectivos programas en meras sesiones cotidianas de odio y de difamación sistemática. Desafortunadamente para ellos, la calidad de su ideología y el nivel de sus “análisis” los ubica automáticamente en lo que son, a saber, meros propagandistas a sueldo, merolicos descarados, impúdicos detractores de una persona de calidad moral ciertamente muy superior a la de ellos. Pero para que no nos quedemos en el plano de la queja y del lamento, invito al lector a que examinemos el caso, superficialmente por razones de espacio, revisando someramente algunas de las más importantes acusaciones con las que se ha querido dañar la imagen de López Obrador.

1) El nuevo aeropuerto de la ciudad de México. Como todos sabemos, con más de 800 vuelos diarios el aeropuerto actual de la Ciudad de México, con sus dos terminales, está saturado. Cuando un aeropuerto está así la línea que separa molestias y demoras de accidentes es realmente muy tenue. Todo mundo sabe que se requiere de un nuevo aeropuerto. En los malhadados tiempos de Fox, como todos recordarán, se intentó empezar la construcción de uno nuevo en el Valle de México, habiendo desde luego otras opciones. ¿Por qué no se pudo? Por diversas razones, pero en última instancia porque se trataba de una colosal estafa a los habitantes de la zona cuyos predios se tenían que expropiar y por los que se les ofrecían cantidades irrisorias (sólo Fox era capaz de algo así). Sin embargo, en una reacción casi instintiva e inesperada, los ejidatarios de San Salvador Atenco, a caballo y con machetes en mano, desfilaron por Reforma y dejaron perfectamente en claro que ese negocio no se iba a poder hacer. Con Peña se volvió a plantear el tema y, un tanto apresuradamente, se iniciaron los trabajos. En este caso la colusión con el ex-gobernador de la ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, quien dicho sea de paso, dejó a la ciudad de México en un estado lamentable, fue decisiva. En relación con el tema del aeropuerto hay que distinguir dos cosas:

a) las opiniones de sentido común, y
b) los puntos de vista técnicos.

En contra del sentido común está la decisión de construir un mega-aeropuerto, que habrá costado miles de millones de pesos, … a 14 kilómetros del actual! Eso es a 5 minutos en automóvil! ¿Hay algo más absurdo que eso? Un aeropuerto de esas magnitudes es también un polo formidable de desarrollo. Por lo tanto, había que aprovechar otros espacios, porque los hay (Zumpango, por ejemplo), ya que esa inversión obligaría a construir un tren, a ampliar la red carretera, a impulsar el comercio en zonas si no paupérrimas sí poco desarrolladas, atraería múltiples inversiones (hoteles, restaurantes, tiendas, etc.). Por otra parte, están los veredictos de los ingenieros de acuerdo con los cuales el lugar elegido es el peor posible. El nuevo aeropuerto estará en la zona más lodosa de lo que fue el lago de Texcoco. Su construcción, por lo tanto, va a exigir una inversión mucho mayor de la que requeriría en otras partes cercanas a la capital y desde luego que no se incentivará la vida económica del país, puesto que de hecho seguiremos teniendo el aeropuerto en la zona metropolitana. A esa distancia uno del otro uno de los dos aeropuertos quedará inutilizado, cuando con otra ubicación los dos podrían seguir estando activos. Y, last but not least como dicen, está el lodazal administrativo, todo el reparto de contratos de manejo del aeropuerto, las concesiones, la elección de proveedores, las tiendas y boutiques al interior del aeropuerto, etc., todo ello y más debidamente repartido. Naturalmente, el proyecto se armó (como tantos otros) a espaldas de la opinión pública y es evidente que muchos miembros del club de los favorecidos están metidos en lo que es un super-negocio orquestado y dirigido desde la presidencia. Frente a eso, López Obrador con toda razón protesta. ¿Cuál es la reacción? El grito de guerra de los beneficiados con el mega-negocio del aeropuerto es que López Obrador “quiere impedir que la ciudad de México tenga el aeropuerto que se merece”. Qué pena, pero eso no pasa de ser una patraña infantil. La verdad es que yo no sé a qué le tienen más miedo quienes así calumnian al candidato de MORENA, si a perder jugosas ganancias con las que ya se frotaban las manos o que terminen en la cárcel si él gana. En todo caso, una de esas dos motivaciones (o las dos!) es lo que está detrás de esta “crítica” de la propuesta de López Obrador de re-examinar el proyecto del nuevo aeropuerto.

2) El asunto de los departamentos. Si hay un ataque del que desde siempre el Lic. López Obrador ha salido bien librado es el dirigido a su integridad y a su alta calidad moral. Se necesita en verdad ser un mal nacido para venir a acusarlo de no haber reconocido en su declaración la posesión de tres apartamentos. Vale la pena empezar por señalar que, en caso de que fuera verdad lo que dicen (que no lo es), esos departamentos constituirían todo su patrimonio. No estaría mal enfatizar el punto, dicho sea de paso, pero lo que hay que decir es que López Obrador no mintió. Él ya explicó cómo le cedió sus dos departamentos (porque uno era de su esposa, no de él) a sus hijos. Los departamentos en cuestión se ubican a un costado de la Universidad Nacional. Son departamentos modestos, adquiridos hace ya muchos años, y no penthouses como quieren dar a entender los enemigos de la nación. No hay punto de comparación, por ejemplo, entre esos departamentos y la tristemente famosa Casa Blanca de la esposa de Peña Nieto, que costó más de 7 millones de dólares (hoy por hoy, 140 millones de pesos) o la de la eminencia gris del régimen, Luis Videgaray, el actual Secretario de Relaciones Exteriores, una casita de 1,500 metros cuadrados y con un costo (muy probablemente adaptado al personaje) de más de 7 millones de pesos. Habría que admitir que frente a la ex-casa de Peña Nieto la de Videgaray podría parecer hasta un miserable jacal, pero ¿cómo queda frente a los modestos departamentos del Lic. López Obrador? El argumento de que no reconoció sus propiedades se funda en el hecho de que, por los tiempos que llevan los juicios testamentarios en México, todavía no se ha hecho oficial el cambio de propietario. Eso lo saben los profesionales de la mentira, a pesar de lo cual una y otra vez atacan por ese flanco. La estrategia es torpe. Yo, por ejemplo, tengo vecinos que tienen más de 10 años de ser propietarios y no han hecho el cambio ante el Registro Público de la Propiedad. Si no hay dinero, si se tiene confianza en los antiguos dueños, etc., el asunto puede quedar ahí, por lo menos durante mucho tiempo o hasta que la propiedad se venda o traspase. Ni siquiera ese es el caso que nos ocupa. Aquí lo indignante es que sea gente de la que sabemos que se ha cínicamente enriquecido “trabajando” en el sector público quien viene a exigirle a un hombre honesto “que diga de qué vive!”. De ese nivel son las críticas al candidato de MORENA a la presidencia. Execrables!
3) La interferencia rusa. Aunque una pésima copia del show político norteamericano, no podía faltar en el circo político mexicano el tema de la injerencia rusa en el proceso electoral. El problema para los ineptos “expertos” del PRIAN encargados de desacreditar al Lic. López Obrador es no sólo que cada crítica se les revierte, sino que hasta el ridículo hacen. Ahora que hasta en los Estados Unidos el Senado tuvo que reconocer después de un año de intrigas que durante el proceso electoral para la presidencia de los Estados Unidos no hubo ninguna clase de colusión entre D. Trump y su equipo, por una parte, y el gobierno ruso, por la otra, ahora que sabemos con certeza que fueron las mismas agencias policiacas y de inteligencia norteamericanas las que espiaron y vaciaron la información de las computadoras de Hillary Clinton y su gente (y del partido demócrata), los geniales estrategas mexicanos anti-lopez-obradoristas se quedaron de pronto sin argumento. Pero no olvidemos que mientras los norteamericanos no se decidían a decir la verdad y existía la duda, aquí en México aprovecharon el tema para asegurarle a la gente que el potencial triunfo de López Obrador sólo podría explicarse por la intervención rusa en México. Hay algunos bien conocidos articulistas que publicaron sesudas reflexiones sobre el tema dando la voz de alarma. Qué ridículo! El caso es tan grotesco que hasta los indígenas de Chiapas participaron recibiendo con los brazos abiertos a “Andrés Manuelovich” durante su gira por el estado. Esta crítica estaba condenada de entrada al fracaso y murió, podríamos decir, de muerte natural. Una más!
4) La amnistía a los criminales. Esta otra línea de ataque, en este momento en pleno furor, constituye una deformación tan exagerada de lo sostenido por el Lic. López Obrador que da hasta vergüenza aludir a ella por lo que revela de quienes la hacen suya. López Obrador ha apuntado una y otra vez a algunas de las verdaderas raíces del problema del narcotráfico y de la criminalidad en general. Hasta donde yo sé, nunca ha dicho que se liberaría a los capos, contadores, sicarios y demás de cárteles y grupos de delincuencia organizada. El problema es que no sólo ellos están en las cárceles. Pensemos un momento. Cuando uno va al supermercado y compra una bolsa de chiles paga 8 o 10 pesos. El chile hay que plantarlo, esperar a que se dé, cosecharlo y comercializarlo. Si el consumidor final paga 10 pesos por una bolsa de 50 o 60 chiles: ¿cuánto estará ganando el campesino que lo trabajó?¿Tendrá para mantenerse él y su familia, cuando hasta el bendito precio de su producto está fijado por las Bolsas de Londres y Nueva York? La respuesta el lector la conoce por lo que sigo adelante. La duda es: si en esas condiciones de miseria permanente se presenta con el trabajador del campo un sujeto que le paga 50 veces más si en lugar de plantar chiles planta amapola o marihuana: ¿hay, aparte del miedo al ejército y a las policías (o a la DEA, que opera en México como Pedro por su casa, desde que Fox los dejara entrar masivamente al país) razones para pensar que un campesino necesitado podría de facto negarse a cambiar su plantación? Seamos serios: es obvio que no. Ahora, el que va a la cárcel no es el traficante sino el campesino y gente así hay mucha en las cárceles nacionales. La propuesta de amnistía del Lic. López Obrador está dirigida a quienes en el fondo son también víctimas de la delincuencia organizada. Lo que no está dicho es la parte complementaria de la propuesta, a saber, que la amnistía viene con compromisos por parte de los amnistiados y con ayuda por parte del gobierno. ¿Tiene una idea así algo de siniestro?¿No es acaso sensata? Dentro de poco lo que México va a tener que hacer es dejar de construir aeropuertos para construir cárceles, concesionándolas quizá para darles gusto a los negociantes partidarios a ultranza de la propiedad privada, porque así como vamos muy pronto los sectores más vulnerables de la sociedad las van a repletar. Lo infame de la “crítica” es desentenderse deliberadamente de las raíces sociales del problema, de no tratar de articular nuevas y más efectivas soluciones, intentando a toda costa asustar a la población, una población airada y resentida que es reprimida cuando, por la ausencia o ineficacia de las autoridades, se hace justicia por cuenta propia. Yo me pregunto una y otra vez: aparte de mentiras, tergiversaciones y tonterías: ¿en qué consiste, cuál es la crítica seria, constatable a López Obrador? Porque por más que me esfuerzo no la percibo
5) El populismo y Venezuela. Uno de los mitos más baratos empleados en contra del Lic. López Obrador es que con él se instaurará un régimen populista como el de Venezuela y para acentuar el miedo en los pasivos y las más de las veces ignorantes receptores del mensaje se nos pasan escenas de violencia civil en ciudades venezolanas. Algunos bien conocidos gurúes del medio (gurúes básicamente por lo ricos que son, lo cual automáticamente los convierte en eminencias), ahora en un tono suave y patriarcal nos advierten que ven con preocupación rasgos de autoritarismo en López Obrador. Tenemos derecho a preguntar: ¿cuál por ejemplo?¿Informar por las mañanas a la ciudadanía es un rasgo de intolerancia?¿Sostener a derecha e izquierda que se va a aplicar la ley es una muestra de autoritarismo?¿El hecho de que el pueblo apoye masivamente al candidato de MORENA es una demostración de que éste quiere hacerse de un poder absoluto? Con declaraciones como esas no se engaña a nadie que tenga dos gramos de conciencia política. Lo que se nos está diciendo claramente es que no se quiere un gobierno popular y al que denominan ‘populista’, por las connotaciones negativas con que han investido a la palabra. Ahora yo respondería que ojalá tuviéramos en México el nivel de alfabetización que hay Venezuela, que tuviéramos su estructura electoral considerada una de las mejores del mundo y en donde las operaciones tamal, mapaches y demás son imposibles, un país que no malbarató su petróleo, patrimonio nacional regalado por mexicanos descarriados a compañías como la Exxon, la British Petroleum y a una veintena más. Estamos de regreso a antes de 1938. ¿Por qué los que se quejan del “populismo” no se quejan del desmantelamiento de la nación?¿Será porque son profundamente nacionalistas?

Yo pienso que los expertos, los politólogos, los que estudiaron en Oxford y en Harvard hacen malos cálculos políticos y se equivocan de cabo a rabo. Es cierto que durante decenios el pueblo de México estuvo adormilado, aletargado, maniatado, pero eso cambió y no por buenas sino por malas razones. Fue porque cruelmente se le obligó al pueblo de México a apretarse el cinturón, porque se le arrebataron ganancias históricamente consolidadas, porque los sectores más desfavorecidos fueron y siguen siendo salvajemente reprimidos (Guerrero, Michoacán, etc.), porque los bienes de la nación han venido siendo sistemáticamente dilapidados, porque se hundió a la población en un estado de ignorancia bestial, un estado que la puso en situación de dependencia inaceptable frente a los demás países y en particular frente a sus enemigos naturales, por eso y muchas cosas más, el país despertó. No fue por una súbita inoculación de grandes tesis políticas: fueron el hambre, los salarios de siervos, la desesperación de ver que los hijos no tienen un futuro no digamos asegurado sino ni siquiera mínimamente aceptable, todo ello decorado con las acciones más viles de corrupción por parte de toda clase de aprovechados, arribistas y oportunistas. Pero entonces el pueblo de México abrió los ojos. Todavía no se mueve realmente, pero ya no los cerrará. Por lo tanto, la campaña electoral está ganada porque ahora sí, a diferencia de lo que pasaba hasta hace 6 años, ya no se podrá controlar a una población que capta que está en su interés ir a votar masivamente en favor del Lic. López Obrador. Como por instinto, el ciudadano medio entiende que si no hay un cambio (que ni siquiera es radical, aunque así lo quieran presentar) lo que viene es la destrucción de México como país. El pueblo ya lo entendió y no habrá mago publicitario ni merolico politiquero que lo vuelva a adormilar.

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