Andrés Manuel López Obrador: ¿drama o tragedia?

Todo mundo sabía que, a partir del momento en el que el Lic. Andrés Manuel López Obrador ganara las elecciones presidenciales, el país automáticamente se encaminaría por la ruta de la confrontación política y social. Era impensable que, por injustificados que fueran sus privilegios, los favorecidos del antiguo sistema y a quienes se les iba a poner en orden se quedaran pasivamente contemplando su defenestración. La confrontación en cuestión, cuya temperatura sube día con día, era de entrada muy desigual, muy dispareja. Por un lado estaban el presidente, las masas de votantes que lo llevaron al poder y los aparatos de Estado, i.e., el gobierno nacional, ocupado éste por primera vez desde hace muchos lustros por un genuino representante de las clases trabajadoras, populares, menos favorecidas, despreciadas. En otras palabras, por el pueblo de México en su inmensa mayoría. Por el otro lado estaban las vampirescas élites nacionales, las mafias constituidas por gente de camisas de seda y relojes de 100,000 pesos pero carentes por completo de escrúpulos, nunca movidos únicamente por algo que no fueran intereses personales y que habían logrado, a través de un fétido e inducido proceso de putrefacción social, apoderarse de los organismos de gobierno y ponerlos a funcionar para su beneficio. Naturalmente, este opulento grupo social que vive de la sucia mezcolanza de poder político con poder financiero en gran escala nunca viene solo. El grupo en cuestión actúa libremente pero de manera oculta y silenciosa, porque para la defensa de sus ambiciones y la representación pública de sus intereses tiene a su disposición, es decir, a sueldo, a toda una caterva de dizque intelectuales tercermundistas, de calumniadores profesionales que se presentan a sí mismos como “periodistas”, como “comunicadores” o como “especialistas” pero que en realidad no son otra cosa que agitadores profesionales, mentirosos descarados y agentes incrustados en los sistemas de propagación ideológica y control mental, es decir, en los periódicos, en la televisión y en el radio. No incluyo las redes sociales puesto que, afortunadamente, éstas no les pertenecen porque, como a todos nos queda claro, si fueran de ellos harían de dichas redes exactamente el mismo uso que hacen de los medios de comunicación de los cuales sí son propietarios. Así, pues, en la confrontación que arrancó desde el momento en que el Lic. López Obrador tomó posesión y que al día de hoy no ha menguado ni tiene visos de hacerlo, muy rápidamente las partes del conflicto quedaron nítidamente delineadas ante la opinión pública. El poder quedó del lado del presidente, un poder fuertemente respaldado por un apoyo popular masivo e incondicional; del otro lado quedaron, aparte de los grupúsculos de privilegiados susceptibles de ejercer fuertes presiones económicas y políticas, todos los mecanismos de desinformación y desorientación sistemáticas a los que se puede recurrir y que desde entonces simplemente no dejan de funcionar. Todo mundo sabe que la lucha tramposa, mal intencionada, mendaz, tendenciosa de los enemigos del presidente y, por transitividad, del gobierno y del pueblo de México, se implementa y actualiza 24 horas al día. El presidente ha respondido a todas estas agresiones, que van desde estupideces mayúsculas y difamaciones indignantes hasta acciones que rayan ya en la ilegalidad, con medidas de gobierno sensatas, con políticas que sólo quienes no sienten nada por México podrían cuestionar, con una conducta personal intachable y con sus conferencias matutinas, imprescindibles para mantener un mínimo de equilibrio respecto a la información. Así, pues, a primera vista al menos el escenario político nacional se ubica sobre un trasfondo de conflicto y confrontación cotidianos que hace pensar que de lo que somos testigos es de un drama político de resultado incierto.

Ahora bien, con el anuncio, hecho por el mismo presidente de México, de una genuina conspiración en su contra, ya a estas alturas imposible de ocultar y en verdad cada vez más descarada, y dados ciertos excesos de bondad, de liberalidad y quizá hasta de inocencia o de miopía política en los que una y otra vez los dirigentes de la Cuarta Transformación incurren, provocados por ciertas confusiones conceptuales tan burdas como graves pero cuyos efectos de inmediato se hacen sentir, la percepción del conflicto social que vive hoy nuestro país forzosamente cambia y nos lleva de visualizarlo como drama a verlo como una potencial tragedia. Hagámonos entonces abiertamente la pregunta: ¿es lo que vive México un drama político o más bien lo que se está gestando es una tragedia política? Intentemos responder a este interrogante.

Empecemos con una aclaración semántica. Es innegable que en nuestro país se tiende a usar de manera inexacta o semi-correcta la palabra ‘tragedia’ y sus derivados, como ‘trágico’. Se habla de una tragedia cuando se produce un desastre natural y que muchas personas mueren o cuando fallecen muchas personas en un accidente aéreo o cosas por el estilo. Pero en sentido estricto una tragedia es otra cosa. La palabra, como todo mundo sabe, es de origen griego y en la antigua Grecia servía para designar cierta clase de representaciones histriónicas cuya característica esencial o definitoria era que el héroe de la pieza de teatro que fuera, por una concatenación de sucesos y acciones, se veía llevado al desenlace fatal que él a toda costa y conscientemente había tratado de evitar pero que, por coincidencias, felonías, intrigas, errores, caprichos de los dioses, casualidades, etc., él mismo generaba y ante los cuales finalmente sucumbía. Demos un ejemplo simple: a Edipo se le dice que matará a su padre y se casará con su madre. La perspectiva de semejante situación genera en la gente normal un sentimiento de horror y de repulsión tanto ahora como en aquellos tiempos, en Grecia como en China. Para evitar semejante destino, Edipo abandona su tierra natal pero por sus propias acciones y un sinnúmero de vicisitudes, él mismo sin saberlo se coloca en la posición de matar al rey (que es su padre, lo cual naturalmente él ignora) y casarse con la reina (que es su madre). Él no quería que eso pasara pero, por así decirlo, su destino ya estaba escrito y no había forma de que lo eludiera. Hiciera lo que hiciera, él estaba condenado a algo y en eso precisamente consiste la tragedia: él mismo construyó la vía que lo llevó a tan horrendo resultado.

Con base en lo expuesto, podemos replantear nuestra pregunta, la cual tendrá para nosotros ahora sí un sentido un poco más definido: cuando hablamos de la Cuarta Transformación y del futuro del actor político del cual ella depende, esto es, del Lic. Andrés Manuel López Obrador: ¿aludimos a un drama o hablamos más bien de una potencial tragedia?

Consideremos la primera opción. Si la lucha política que casi paraliza al país es un drama, entonces la moneda está en el aire y el resultado es aquí y ahora impredecible. Puede ganar el proyecto del Lic. López Obrador como puede vencer la poderosa clique anti-mexicana. En ese caso, todo dependerá de la habilidad de quienes toman parte activa en la confrontación. Al respecto yo pienso que en, en circunstancias normales, la batalla la tiene ganada el presidente de México. ¿Por qué? Las razones son múltiples y de muy variada índole, tanto positivas como negativas. Mencionemos velozmente un par de ellas.

En primer lugar, las causas por las que el actual gobierno (dirigido por un auténtico luchador social como lo es el presidente) lucha son intrínsecamente mejores, más nobles que las de los adversarios. Es risible pensar que es mejor luchar por mezquinos intereses personales o de grupo que por intereses colectivos y nacionales. Y, como era de esperarse, las diferencias entre objetivos tienen su reflejo en las diferencias entre los individuos que toman parte en la contienda. A mí al menos me parece obvio que no pueden tener el mismo status moral quien a toda costa y por todos los medios pelea por mantener sus privilegios sin que le importe en lo más mínimo su costo social que quien lucha por salvaguardar los intereses básicos los demás. Nadie nos podrá convencer de que es mejor rescatar unos cuantos emporios que garantizarle un mínimo de comida, educación y salud a la inmensa mayoría de la población. Prima facie, nadie intentaría convencernos de que el eje fundamental de la política del actual gobierno, a saber, la lucha en contra del virus social y mental de la corrupción, sea algo que deberíamos combatir. Sinceramente, no creo que haya una persona en su sano juicio que seriamente intentara defender el excepcionalismo fiscal consistente en exentar de impuestos a grandes corporaciones, a los compadres y amigos con los que se quiere quedar bien y en última instancia a quien uno quiera, porque para eso se detenta el poder. Recuérdese además que cuando hablamos de exención de impuestos no estamos aludiendo a los impuestos que Hacienda extrae de profesionistas, de pequeños empleadores, de burócratas que están en nóminas y que son fácilmente detectables, etc. No! Estamos hablando de opulentas empresas a las que se les condonaban miles de millones de pesos por ser eso precisamente, esto es, empresas opulentas. Y en este contexto ‘opulentas’ quiere decir justamente que podían sin problemas pagar los impuestos que le deben al erario público. Que estamos hablando de fraudes descarados lo pone de relieve el hecho de que ni una sola de las entidades físicas o morales que se beneficiaron de la política de discrecionalidad fiscal practicada por los presidentes que antecedieron al Lic. López Obrador defiende públicamente su injustificado privilegio. Privilegios así, declaradamente injustos, simplemente no son defendibles y no hay nada más que discutir. Con toda franqueza y en toda candidez: aparte de algún retorcido mental: ¿quién puede ir en contra de la política de recuperación de adeudos? Con ejemplos de esta clase podríamos llenar páginas, por lo que me limito a enunciar mi premisa y conclusión: las causas de la Cuarta Transformación son superiores moral, legal y socialmente a las de sus adversarios.

En segundo lugar, es evidente que el tiempo corre en contra de los enemigos de la Cuarta Transformación y ello por una razón muy simple que hasta ellos entienden: la labor emprendida por el presidente tarde o temprano tendrá que empezar a rendir frutos de manera palpable, visible, tangible, imposible de negar. Una vez que empiece a darse la recolección de los resultados deseados éstos bastarán para cerrarle el pico a las aves de mal agüero que hoy retan al presidente. Para bien o para mal, lo cierto es que las transformaciones sociales llevan tiempo y el esfuerzo hasta hoy realizado por el presidente de México inevitablemente es de efectos retardados, porque no puede ser de otra manera. Pero ‘retardados’ no significa que no llegarán nunca, sino simplemente que no son inmediatos. En todo caso, una vez que el tren del sureste entre en funciones, que el nuevo aeropuerto de Santa Lucía se active, que el ciudadano medio se percate de los beneficios que acarrea la inmensa inversión en infraestructura que está haciendo el gobierno de México, cuando se aprecie lo que fue la reconstrucción y la puesta en funciones de decenas de hospitales abandonados y así sucesivamente, entonces la gente sentirá la necesidad de agradecerle al presidente todo el bien realizado, así como ahora le agradece la ayuda pecuniaria que ha desparramado (y con la que otros se habrían llenado los bolsillos). Se le habrá quitado entonces a la pandilla de propagandistas parásitos sus principales elementos de crítica del actual gobierno y habrán perdido para siempre la posibilidad de debilitar el apoyo popular al presidente. Por ello, mientras el pueblo de México siga sintiendo que tiene un gobernante que piensa en él y que se ocupa de él, que a través de becas, apoyos, programas sociales, etc., le ayuda a llevar comida a su casa diariamente, el actual gobierno tiene la partida ganada.

En resumen: podemos afirmar que si las cosas se dan como fueron previstas, cuando venga el momento de tomar decisiones, la balanza muy claramente se estará inclinando en favor del Lic. López Obrador. Estaríamos entonces hablando de un drama con un final feliz y de un nuevo comienzo en la historia de México. A mi modo de ver hay que ser muy miope políticamente para no entender que una vez que las importantes reformas efectuadas en todos los dominios de la vida social cuajen, éstas serán simplemente irreversibles o si son reversibles (lógicamente, todo puede pasar) lo serían a un costo tan alto que no es seguro que haya alguien que lo quiera pagar.

En México, lo sabemos, no hay oposición política no sólo de altura sino que simplemente no la hay, dado que los partidos promotores de la gran corrupción, PRI y PAN (muchos estarían tentados de añadir al PRD, pero no voy a entrar en controversia por esto. Con los dos primeros me doy a entender) fueron barridos en las elecciones y expulsados definitivamente de la mente y del corazón de la gente. A estas alturas: ¿quién se acuerda y a quién le importa el PRI? Ahora bien, eso no significa que los enemigos de México no hayan desatado una guerra contra el país no ya en las Cámaras, puesto que allí no cuentan, sino en los espacios públicos. La guerra contra el actual gobierno se da en dos grandes frentes. Está por una parte el frente silencioso pero efectivo de la economía real (falta de inversiones, boicot permanente de los planes de gobierno, remesas de divisas hacia el extranjero, etc.) y el frente estridente de los monigotes de ventrílocuo de siempre, dizque expertos parlanchines, mentirosos, tergiversadores y que, como plaga bíblica, acaparan casi en su totalidad periódicos y programas de radio y televisión. Todos los días se dicen cosas realmente tan ridículas como execrables sobre el presidente, sus colaboradores y su política. Desde Cero Gómez Leyva hasta Leo Zuckermann, pasando por los abominables Ricardos Alemanes y Lorets de Mola, todas las marionetas ideológicas al servicio de las élites enardecidas están metidas en una impresionante campaña en contra tanto de la Cuarta Transformación como de la persona misma del Lic. López Obrador. No debería sorprendernos, dicho sea de paso, que la lucha contra los intereses nacionales revista a menudo la forma de ataques en contra el ser humano mismo que es el presidente. Pero ¿quiénes son los soldados ideológicos de los regímenes anteriores? Son muchos y es por lo tanto imposible no digamos ya debatir con todos, sino simplemente enumerarlos. Confieso que no me rebajaría al grado de tomar en serio y discutir afirmaciones hechas por un engendro como Ricardo Alemán pero, para ilustrar rápidamente la calaña de los “críticos” de la presidencia, consideremos momentáneamente a Leo Zuckermann, por el cual (y esto debe quedar bien claro) Televisa es política y socialmente responsable. Presentado como un “especialista”, como un sabelotodo que lo mismo habla de finanzas que de cine (y cuya cultura cinéfila prefiero no traer a colación), este sujeto no tiene otro objetivo que desvirtuar, desprestigiar, difamar todo lo que emane del actual gobierno. Esa es su función. No hay programa (que yo, como muchas personas, dejé de ver hace ya mucho tiempo) en el que no intente abierta o solapadamente, dependiendo del tema, debilitar el pacto federal, la unión nacional, los esfuerzos gubernamentales para enfrentar la actual crisis, presentando siempre temas y problemas de manera insidiosa, tratando de convencer al tele-espectador de que el presidente es el responsable hasta de la pandemia que afecta a todo el planeta. En pocas palabras, Zuckermann es defensor de las causas más anti-populares y más anti-mexicanas y llega en sus desplantes y exabruptos hasta donde sus invitados se lo permiten. Pero tan pronto uno de estos difiere mínimamente, de inmediato se revela su verdadera estatura intelectual y entonces hace el ridículo mostrando sin dar lugar a ambigüedades que no tiene realmente nada que decir. Cometió, por ejemplo, el error táctico garrafal (en el que, supongo, nunca más volverá a caer) de invitar al ex-presidente de Ecuador, al gran Rafael Correa, pensando en que le iba a dar una cátedra de economía y de política pero de quien recibió una vapuleada formidable y por si fuera poco con la mano en la cintura. Quien vio el programa sabe que no hubo una sola cuestión en relación con la cual Correa no lo exhibiera como lo que es: un ignorante y un ideólogo barato que no resiste un examen serio. Esa sesión fue francamente desopilante! En todo caso, estos son los enemigos de AMLO y así son los enemigos del pueblo de México. Son estos grupos de poder e influencia quienes permanentemente riegan “fake news” concernientes a los programas de gobierno y la figura del presidente. A decir verdad, no sabemos qué son más, si las mentiras que destilan o las verdades que sistemáticamente ocultan.

Ante esta situación, a sabiendas de que el ataque permanente al presidente no va a cesar, si se va a seguir haciendo todo lo que se pueda por todos los medios asequibles para bloquearlo, para detener las reformas, para ridiculizarlo, para regresar al estado de impunidad y de injusticia social crónica e imperdonable que los opositores de la Cuarta Transformación tanto añoran, entonces la pregunta que hay que plantearse es: ¿cómo debe reaccionar el Lic. López Obrador en tanto que líder del gobierno y dirigente nacional? Yo pienso que hay una serie de puntos que es muy importante consignar y quisiera aquí enumerar de manera cruda algunos pensamientos que me parecen importantes tomando en cuenta el contexto real actual. De antemano prevengo que ni mucho menos pretendo ofrecer una lista exhaustiva ni un análisis completo ni nada que se les parezca. Además, estoy seguro de que no digo nada que el presidente no sepa ya, pero aquí de lo que se trata es, primero, de expresar lo que uno piensa y, segundo, de tratar de llamar la atención sobre diversos aspectos de la sorda lucha que se desarrolla en México porque ello podría ser de alguna utilidad para quienes quisieran que la Cuarta Transformación triunfe, es decir, que se imponga en este sexenio y se refuerce desarrolle en los que siguen. Con esto en mente, creo que podemos afirmar lo siguiente:

A) El presidente debe saber que su actitud pacífica y conciliatoria (porque lo es! Si no fuera así las cárceles ya estarían repletas de bandidos de cuello blanco, de promotores de golpes de Estado, etc.) no es correspondida. Él extiende la mano y lo que recibe es una bofetada. El presidente debería saber que en principio sí corre el riesgo de que lo derroquen, pero tiene que estar muy consciente de que si lo llegaran a derrocar no lo tratarían como él trató a sus adversarios. Que no se nos olvide que el odio político de los reaccionarios y facinerosos políticos de siempre en general se traduce en venganza personal y que son implacables como lo son todos aquellos que nunca respetaron la ley. La pregunta que nos hacemos es: ¿por qué tanto escrúpulo y tanta decencia por quienes no tienen barreras morales y que tienen en la conciencia crímenes de toda índole? Si estamos en un escenario de lucha política: ¿por qué no hacer abiertamente uso de las armas políticas de las que uno legalmente dispone? Muchos quisiéramos ver a un presidente un poquito menos condescendiente con los enemigos del país.

B) Mientras el presidente goce del apoyo popular masivo sus enemigos no se atreverán a llevar a cabo ningún atentado personal o estatal, porque no van a correr el riesgo de incendiar el país. El costo sería simplemente demasiado elevado. Pero debe quedar claro que no es por frenos morales, por escrúpulos legales, por sentimientos religiosos que se detienen, sino por temores de represalia popular, temores en este caso bien fundados. Pero entonces es obvio que el presidente no puede darse el lujo de decepcionar a la población porque ésta, junto con el estado de derecho, son su base, su plataforma, su apoyo. Ahora bien ¿cómo podría decepcionarse a la gente? La gente está muy agradecida con el presidente por la inmensa ayuda que ha recibido de él, y eso basta para contener a la ininteligible verborrea de los aburridos y repetitivos “analistas”, pero hay muchos hechos del mosaico social que le resultan a la gente incomprensibles y enervantes. Por ejemplo, el trato casi dulce a los delincuentes, a los vándalos, a toda clase de provocadores. Ahí tenemos un ejemplo de grave error conceptual. La aplicación de la ley no es nunca violación de derechos humanos. Está bien respetar los derechos de las delincuentes, esto es, los que la ley les conceda una vez consignados, pero es un error dejar que la gente se lleve la impresión de que de lo que se trata es de protegerlos, de cuidarlos, de mimarlos! Esta falsa impresión tiene que suprimirse. Nadie apoya los excesos policíacos, pero es absurda la política de no permitir que los policías se defiendan y de que se les reduzca a ser meros observadores pasivos de destrucción citadina, de propiedad ajena, de monumentos públicos, etc. La imagen del gobierno decae, se deteriora en la mente popular cuando los abusos de los cuales la gente es víctima diariamente no son enfáticamente perseguidos y presentados como lo que son. Y aquí hay un peligro, porque la gente es manipulable y la verdad es que se está innecesariamente afectando una faceta sensible en la vida del ciudadano.

C) Es importante presentar ya resultados exitosos concretos. Hay muchos acusaciones, muchos procesos, etc., pero muy pocos resultados. La extradición de Emilio Lozoya Austin no se ha concretado, de la investigación sobre Ayotzinapa todavía no hay nada, se permite que los ex-presidentes se conviertan de nuevo en agentes políticos activos (lo cual es muy peligroso), etc. Los casos de Rosario Robles y del abogado Collado no son suficientes. Como ya dije, sin duda los esfuerzos, las inversiones, etc., del actual gobierno empezarán a dar resultados, pero la población tiene hambre y sed de justicia y también necesita ser saciada. No creo que sea necesario decir mucho más que eso.

D) El presidente debe protegerse. Su política en relación con el coronavirus es defendible, inclusive si los argumentos que la sustentan no se dan, pero él por ningún motivo debería exponerse más allá de lo estrictamente necesario y el presidente se expone más de lo conveniente. Aquí lo único que yo me atrevería a hacer sería el recordatorio de que si al Lic. López Obrador le pasa algo, el país se hunde. Él debe desde luego cuidarse por él mismo, como es lo normal, pero él debe cuidarse más todavía porque millones de personas dependen de que él esté bien. Y eso es algo que tiene que tener el presidente permanentemente en la conciencia.

Regresemos a nuestra pregunta: la lucha política actual ¿es un drama, un estira y afloja cuyo resultado es imprevisible, o se trata de un conflicto que tiene de entrada un perdedor fatalmente designado?¿Está acaso el Lic. López Obrador tomando decisiones y conduciéndose de manera que él mismo está labrando su ruta hacia el fracaso y la derrota? Si el presidente se equivoca, si comete errores de debilidad, va a tener que pagar las consecuencias. Y entonces se habrá consumado la tragedia de Andrés Manuel López Obrador. Lo que ni él ni nadie deberíamos perder de vista es que si la tragedia del presidente se consumara junto con ella se habría producido una tragedia más en la serie de tragedias que conforman la historia de México.

8 comments

  1. Sandra Treviño Olivares says:

    Buen día. Gracias por compartir.
    De acuerdo con las conclusiones,.Lo que no me quedó claro es por qué tendría que ser un drama y, menos aún, una tragedia la actual situación política del país.
    Me gustaría que hablaras de un tema importantísimo, el de la Reforma Educativa.
    Me parece que no hay una idea clara de qué es lo que se pretende implantar en lo que a educación se refiere. No hay proyecto general, ni particular. Y los maestros siguen intocables. Los sindicatos, lo mismo. Y para terminar, la designación del Secretario de Educación. Igual de gris que casi todo el gabinete. Perteneciente al grupo Salinas… ¡Qué tiempos aquellos, en los que los Secretarios de las principales dependencias, eran verdaderos expertos en su materia! Si te lo diré a tí, con todo respeto…

    Gracias nuevamente y un Saludo!!

  2. Humberto Luebbert Gutiérrez says:

    De acuerdo en todo, y sí, la seguridad del presidente es vital para que desarrolle su mandato todo su período legalegal. Creo inentarán quitar la mayoría pro AMLO en el congreso y después perpetrar atentados contra él, lo que nos metería en una tragedia nacional.

  3. Georgina Naufal says:

    Buenas tardes. Gracias por compartir
    Me parece muy interesante y oportuna la pregunta. Aunque no estoy de acuerdo con la explicación del problema, comparto plenamente la preocupación.
    Saludos

  4. Hortensia Hernández says:

    Excelente análisis y los riesgos bien marcados. AMLO es el líder indiscutible y toca a nosotros los ciudadanos de a pie dar La lucha en cada uno de nuestros espacios, como la Batalla de Stalingrado, metro a metro, cuarto por cuarto, calle x calle, como podamos. Estando bien informados, denunciando injusticias, corrupción, haciendo círculos de estudio y reflexión, , desmintiendo en las redes noticias falsas, etc.

  5. Orlando Durán García says:

    Hola Alejandro, Excelente análisis sobre los ataques a AMLO, pero considero que le falta un gabinete y equipo más sólido y experimentado que sepan de políticas públicas, además de que como mencionas, falta atacar e indiciar a los que ocasionaron las pandemias en corrupción e inseguridad. Saludos.

  6. Alicia Hernández says:

    Hola, recién encontré un artículo que escribiste sobre la corrupción en México. Fue muy grato leer la profundidad y objetividad del trabajo.
    Sobre este interesante tema, creo que sería “gran” tragedia que los políticos prianistas, corruptos y saqueadores, regresaran al poder.
    Otra gran tragedia sería que Calderón lograse el registro de su “partido” …
    Un saludo!

Responder a Einar Albarran Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *